Cuando pasen algunos años más, habrá que estudiar detenidamente qué es lo que ha sucedido con el western para que sea un género moribundo que de vez en cuando resurge para demostrar que está vivo. Porque vive, eso es algo que se demuestra con cada título del género que llega a los cines, y pasa de nuevo con La venganza de Jane, desafortunadísimo título español de Jane Got a Gun, un filme que ha sobrevivido a los muchos cambios sufridos en su equipo desde que el proyecto se anunció hace cuatro años para evidenciar que el Oeste americano sigue siendo un escenario magnífico en el que colocar toda suerte de historias. La paradoja es que el western murió con su último gran éxito a todos los niveles, Sin perdón, y desde entonces sólo asoma la cabeza de manera muy puntual pero casi siempre con un nivel más que aceptable.
Y no es que la película de Gavin O'Connor sea de las mejores que se han visto en el western de los últimos años, pero sí es bastante digna. Decía Quentin Tarantino que John Ford destestaría Los odiosos ocho, el último intento aunque bastante especial de western, y de La venganza de Jane seguramente lamentaría que no haya sabido explorar con acierto la épica del género, que se haya empequeñecido cuando la historia apuntaba a algo más o cuando el conflicto podría haber derivado en planos algo más espectaculares. En ese sentido, da mucha rabia ver que O'Connor no sabe sacar partido del momento visualmente más atractivo del filme, o incluso que no domine esas áridas llanuras de arena y roca que dominan el western con tanta contundencia. Pero la historia es muy atractiva, lo es desde el principio y también por medio de los flashbacks que dan la información que satisface la intriga.
Casi parece mentira que la película se haya transformado tanto, y su supervivencia con dignidad es uno de esos pequeños milagros que da gusto ver, ya que la presencia de Joel Edgerton como coescritor de la cinta y de Natalie Portman como coproductora casi hace pensar que estamos ante un proyecto muy personal. Puede serlo más en el caso de Portman, su protagonista indiscutible y una actriz de suficiente talento como para hacerla bastante creíble. Edgerton secunda muy bien, como también Ewan McGregor en un papel de villano, inusual en su carrera, que acaba pareciendo lo más desaprovechado de la película. McGregor está francamente bien pero su personaje es el que más sufre el irregular ritmo de la película, que pierde mucho tiempo en conversaciones entre Portman y Edgerton que van desde lo imprescindible a lo redundante y se olvida de dar más fuerza al conflicto real que alumbra la película, el que obliga a Jane a coger un arma y defender lo suyo.
Pero, con todos sus defectos, que los tiene, La venganza de Jane es una película bastante solvente. Integra perfectamente al espectador en el drama y le recompensa con imágenes de un gran poder visual (la entrada del personaje de Noah Emmerich en el burdel armado con dos pistolas es, probablemente, el mejor ejemplo), por mucho que no sepa sacar partido de su ajustada duración (no llega a 100 minutos) y no consiga que el resultado final haga del todo justicia a lo bien insertados que están los flashbacks. El final tampoco ayuda, porque preparar emocionalmente al espectador durante toda la película para llegar al punto que llega es algo tramposo por parte de los guionistas. Pero al menos queda la satisfacción de volver a visitar el western, ese viejo género que sigue resistiéndose a morir a pesar de que ya hay demasiada gente que le ha asestado desde fuera un rejón de muerte. El porqué, toda una incógnita con la que tendrán que lidiar los libros de historia...
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