Tom Hanks sorprendió en 1996 dirigiendo The Wonders, una bella película sobre el mundo de la música en los años 60. Y desde entonces, silencio total en su incipiente carrera como realizar. Hasta Larry Crowne. Y no es un regreso afortunado, sino fallido (e irónico, pues en España se ha subitutlado como Nunca es tarde, y casi parece una alusión al propio regreso de Hanks como director). Es este filme una rareza, algo extraño, que pretende ser realista y que, en realidad, tiene demasiados agujeros como para ser siquiera creíble. Y, sin embargo, tiene algunos momentos divertidos. Lo malo de esos alivios cómicos es que no tienen nada que ver con la trama principal, muy dispersa y extraña. Hanks, en su triple faceta de protagonista, guionista y director, no alcanza los mínimos exigibles en ninguna de ellas. Indudablemente, lo mejor de la película no está en él, ni en Julia Roberts, ni en el tono de la enésima comedia romántica que se mueve por los mismos parámetros de siempre, ni en la visión descafeinada de los efectos de la crisis con la que se abre la historia. No. Lo mejor es George Takei, memorable e hilarante. Lo demás se queda en una fallida rareza.
Es evidente que no es fácil actuar y dirigir al mismo tiempo, mucho menos si además uno se está basando en un guión propio. A Hanks le pesa demasiado esa triple tarea. En la pantalla, se queda lejos, muy lejos de lo que otros directores han sacado de él. Su nivel interpretativo en Larry Crowne está lejos de lo que Johnathan Demme sacó de él en Philadelphia, Steven Spielberg en Salvar al soldado Ryan y Atrápame si puedes, Robert Zemeckis en Forrest Gump o Sam Mendes en Camino a la perdición. Lejísimos. Pero es que eso ni siquiera le permite rodar una buena película como director. Hay planos absurdos, hay personajes superfluos, hay una historia difícil de encajar y de torpe desarrollo. Pretende ser una película inspiradora y sólo podría alcanzar ese objetivo en mentes increíblemente ingenuas o en espectadores poco reflexivos. Y es que ni siquiera en una comedia, sea romántica o simplemente buenista, tiene encaje la solución a la crisis que expone Tom Hanks en Larry Crowne. De hecho, cabe considerar lícito que la primera media hora pueda provocar incluso el enfado de algún espectador. Si no lo hace, es probablemente porque Hanks tiene la cualidad innata de caer bien.
Lo cierto que la historia que construye es lo de más irregular. Larry Crowne es un tipo que, sin trabajo, sin dinero, sin casi amigos y sin esposa ni hijos, tiene que rehacer su vida. ¿Cómo lo hace? Volviendo a la universidad y trabajando de lo que le salga, es decir, de cocinero en un restaurante. Desde ese ángulo, Larry Crowne podría ser una película sobre la crisis. Pero no lo es, no más allá de los cinco primeros minutos. Después podría ser una comedia sobre un tipo excéntrico en un lugar en el que se siente desubicado, pero eso dura otros cinco minutos, los que tarda en acoplarse sin ningún problema a su nueva situación. Después, y una vez que entra en juego el personaje de Julia Roberts (al menos diferente a lo que suele enseñar, pero no se establece empatía alguna con Hanks como para que la historia crezca), una profesora que da una clase sobre oratoria, podría convertirse en una comedia romántica. Y eso sí lo es, pero tras una absurda escena de flirteo deriva en los que son casi todas, una historia rutinaria en la que hay equívocos, buenos sentimientos y final feliz. Lo de siempre. Y entre medias quedan un par de detalles de los que Tom Hanks podría haber sacado mucho más partido pero, desgraciadamente, no lo hace.
Por ejemplo, de la relación que mantiene con una joven estudiante (una simpática y debutante en cine Gugu Mbatha-Raw, con la que Hanks sí establece cierta química), que se queda en un simple coqueteo para arrancar cuatro o cinco miradas airadas de su novio y en la excusa para normalizar la vida del desubicado Larry. De lo que sí saca partido Hanks es del personaje de George Takei (Sulu, en la tripulación clásica del Enterprise de Star Trek), un hilarante profesor de economía que ofrece, indudablemente, los mejores momentos de la película. La ironía se dispara cuando Hanks incluye un formidable gag sobre Star Trek en la película, breve pero divertidísimo. Quizá eso sea la mejor explicación de lo que es Larry Crowne, una película imposible de sostener a ningún nivel, ni desde el guión, ni desde la dirección, ni desde los actores, con fugaces instantes que sí dicen algo, pero tan breves que no harán que la película perdure. Lástima que Tom Hanks haya evolucionado tan poco como director en los quince años que han pasado desde su más que apreciable debut. Larry Crowne es una película fallida que, aún dando pizcas de entretenimiento, seguramente caerá en el olvido.