lunes, febrero 16, 2009

Dos genialidades más de Clint Eastwood

Clint Eastwood siempre ha sido una de mis debilidades. Como actor, siempre me gustó. Tenía un carisma especial, aunque muchos dijeron que lo suyo era una especie de no-actuación. Era el Hombre sin Nombre. Después fue Harry el Sucio. Y después se lanzó a dirigir. Con un clasicismo no exento de fuerza, me conquistó desde el principio. Y acumula ya un puñado de obras maestras que hacen que siga viendo sus películas como director con el mismo fervor con el que acudí a una sala de cine por primera vez para verla, en un lejano 1992 y con una película titulada Sin perdón. Con los años he recuperado el resto, pero aquella fue la primera. "Vamos a ver qué tal le ha quedado su ópera prima", decía irónicamente un compañero en el pase de prensa de Gran Torino. Y es que el muchacho tiene ya 78 añitos, pero parece que cada nueva película que estrena, y en pocos meses nos ha ofrecido dos, es la de su debut. Que nos dure muchos años porque hay gente que no se va a dar cuenta de lo grande que es hasta que no se nos vaya.

El intercambio es una pelícual que, a priori, engaña. A simple vista, parece el típico vehículo para el lucimiento de una actriz. Angelina Jolie lleva años intercalando proyectos de lo más comercial con otros que le den status de intérprete seria, y el papel de una madre que denuncia que el niño que le han devuelto tras ser secuestrado no es su hijo (una historia real, lo que sobrecoge aún más) encaja a la perfección en esta categoría. Pero si alguien cree que El intercambio es sólo la interpretación (bastante correcta, todo hay que decirlo, aunque yo siga sin ver nada extraordinario en esta actriz) de Angelina Jolie, se equivoca. Y como muestra, hay que decir que en las tres escenas más impactantes y logradas de la cinta, (el interrogatorio a un niño, clave para desentrañar el misterio; la vista contra el capitán de policía que se resiste a creer a la protagonista; y la ejecución... sin más) el protagonismo no descansa en la actriz, que incluso no aparece en la primera de esas escenas.

Al margen de la valoración que pueda merecer Jolie, El intercambio es una apasionante historia sobre el reto humano que supone vivir el secuestro de un hijo, pero también es un hábil retrato sobre la brutalidad policial (que abarca mucho más que salir a las calles con las porras y las pistolas). La mezcla de ambas tramas enriquece la película hasta convertirla en una apasionante historia cruzada, magníficamente rodada y, sobre todo, magistralmente montada. Además de la interpretación simple sobre el protagonismo de Jolie, también se corre cierto peligro de pensar que la película es demasiado larga. Un ritmo (premeditadamente) pausado y muchos posibles finales pueden acentuar esa sensación. Pero Clint Eastwood se mueve con maestría en ese terreno. Cuando uno piensa que la película va a acabar, el director añade una nueva escena llena de fuerza, siempre necesaria para comprender toda la dimensión del relato.

Eastwood trata aquí de reinventarse a sí mismo en cierta medida en su forma de rodar. Y lo consigue con el magnífico uso que hace del montaje. No cuenta la historia de forma lineal. Primero abre una segunda trama cuando la película parece abocada a quedarse instalada en el seguimiento de una madre coraje. No terminan de tener una cohesión absoluta ambas líneas (al menos hasta el tramo final), pero sí suficiente para que la película funcione de maravilla. Y después con el uso de los flashbacks. Duros y violentos, magníficamente narrados y fotografiados. Si a esto añadimos una dirección clásica y eficaz y un gran trabajo de los actores secundarios, sólo se puede decir que estamos ante una muy buena película. Quizá no de las mejores de Clint Eastwood como director (el listón está alto con peliculones como Bird, Sin Perdón, Mystic River o Million dollar baby), pero muy buena al fin y al cabo. Mejor de lo esperado.

Y sólo un par de meses después de El intercambio llega Gran Torino. Me he pasado meses pensando que ésta iba a ser, de entre las dos, la obra maestra de Clint Eastwood. Y no me equivoqué. Quizás menosprecie lo que iba a ser El intercambio, pero con Gran Torino las expectativas se cumplen. Eastwood ha asegurado que ésta será la última vez que aparezca en la pantalla, la última vez que actuará en una de sus películas. Y no se me ocurre mejor forma de despedirse que con un personaje ya mítico como este Walter Kowalski, un veterano de la guerra de Corea que, como dice en la película uno de sus hijos, sigue viviendo en los años 50, sin entender los muchos cambios generacionales y culturales que se han producido a su alrededor en las últimas décadas, carcomido por la culpa y solitario, muy solitario. Es, probablemente, la mejor interpretación que ha hecho nunca Clint Eastwood. Sobrio, humano y a la vez muy emocionante.
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Gran Torino (título que hace referencia al coche de 1972 que el personaje de Eastwood mima con tanto cariño, más que el que demuestra para con las personas durante buena parte del metraje) deja un puñado de escenas memorables, que se mueven entre la sonrisa y el drama, entre la tensión y casi la comedia. No oculta en ningún momento que estamos ante una película, dura, trágica incluso, pero real como la vida misma. Es curioso que Clint Eastwood, todo un mito americano y un personaje que en los 70 algunos confundieron con un neofascista, sea uno de los directores que mejor ha sabido interpretar en el cine moderno la multiculturalidad en los Estados Unidos de hoy en día (terreno que se preparó, aunque pueda no parecerlo por ser una cinta ambientada en la Segunda Guerra Mundial, con la magistral Cartas desde Iwo Jima). Porque ese es uno de los temas de esta película. Sólo uno de ellos, pues es tan rica que abarca muchos debates, desde las relaciones familiares hasta el conocimiento de uno mismo, pasando por lo que sabemos de la vida y la muerte.
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Espléndidamente filmada y narrada, Gran Torino quizá sea una película más propia de unas décadas atrás que del moderno cine que nos acecha, y por eso tiene tanto valor. Un clásico como Eastwood que rueda como lo hacían sus maestros y que sigue enganchando a las audiencias contemporáneas. Y que, además, es capaz de rodar sus películas en un espacio de tiempo muy reducido. Porque sabe lo que quiere y cómo lo quiere, y por eso, cuando su personaje llora en la pantalla (en una de las mejores escenas que ha rodado nunca Eastwood), el espectador se siente arrastrado a llorar con él. Quizá aquí tenga alguna laguna en el guión más acentuada que en El intercambio y quizá la sencillez con la que rueda este genio haga pensar a algunos que se trata de un filme demasiado simple. Quizá. Para mí, Gran Torino es una joya. Una más de Clint Eastwood. Larga vida para él...

2 comentarios:

Doctora dijo...

Me encanta Clint Eastwood,pero por lo que dices ¿no se parece mucho el personaje de "Gran Torino" al de "El sargento de hierro"?.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Doctora, me pilas con la memoria un poco oxidada, porque 'El sargento de hierro' es una película que vi hace muuuuuuuuuuuuuchos años, y es de las que peor recuerdo tengo del bueno de Clint.

La gran diferencia es que aquí ya es un civil y que el énfasis de la película está en el conocimiento de sí mismo como persona (y no como militar) y en el choque de culturas, pero en la actitud ante la vida sí que tienen puntos en común...