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lunes, junio 25, 2012

'Juego de tronos' crece en su segunda temporada

Después de una primera temporada atractiva y preciosista, plagada de buenos diálogos y grandes interpretaciones pero insatisfactoria desde algunos puntos de vista, Juego de tronos se encontraba frente a la disyuntiva de crecer o decepcionar. Y crece. Desde luego que crece. Hay que reconocer que, pese a todo lo bueno que tiene, bordea en algunos momentos la decepción porque tarda en explotar definitivamente, pero la valoración global de la segunda temporada es necesariamente mejor que la de la primera, porque ha sido capaz de mantener los elementos más positivos del arranque y, al mismo tiempo, solucionar algunos de los problemas y expandir con acierto el rico mundo de las novelas de Canción de hielo y fuego de George R. R. Martin. El título de la novela en que se basa, Choque de reyes, ya invitaba a pensar en ese crecimiento, temático y visual, y el resultado final hace honor a las expectativas.

Es evidente que lo mejor de la temporada es el noveno episodio. Blackwater (Aguasnegras) es una ruptura de todo tipo en el devenir de la serie. Sobre todo es una ruptura narrativa, porque es el primer episodio que se centra en un único escenario. La secuencia lo merecía, sin duda. Y aunque no alcanza las cotas de espectacularidad que ofrecía Martin en la novela (quizá ni Peter Jackson, con todo lo que plasmó en El Señor de los Anillos, podría haber hecho justicia a lo descrito en el papel) sí que es una más que digna traslación televisiva de estos eventos descritos en papel. Pero también es una ruptura en cuanto al devenir de la serie. Si algo se hecha en falta en la primera temporada son las batallas. Hay violencia, pero puntual, limitada. No se ve la guerra que amenaza a los Siete Reinos. En la segunda temporada sucede lo mismo. Hasta este noveno episodio. Brutal, genial, violento y épico. Una joya televisiva, escrita por el propio George R. R. Martin, que se olvida en buena medida de todas las restricciones que el formato televisivo puede ofrecer a una historia como ésta.

La ausencia de batallas no sólo restó la esperada espectacularidad durante buena parte de la temporada, sino que ha minimizado por completo el papel en esta segunda temporada de un personaje que estaba llamado a mayores gestas, el de Robb Stark, al que hacen avanzar en la parcela romántica porque en la de guerrero no se le muestra apenas. El cambio no termina de funcionar. Tampoco enganchan tanto como cabría suponer las historias de Daenerys Targaryen o Jon Nieve, siempre a la espera de despegar con largos intermedios en los que apenas avanzan, y al menos hasta el décimo episodio, donde sí se ve algo de lo que se podía esperar. Y es que aunque Blackwater acapare toda la atención no hay que menospreciar el espléndido cierre de la temporada, con un episodio que dura diez minutos más de lo normal y que, por primera vez en esta temporada, hace justicia a todas y cada una de las tramas planteadas en la serie. Sobresaliente es la escena de la Casa de los Eternos de Qarth, en la que se adentra Daenerys y que muestra, como Blackwater pero en sentidos más amplios y sugerentes, la necesaria espectacularidad de este universo.

Esa visiónm más ambiciosam es la que había permitido ver los mejores momentos de la temporada, que obligan a pensar en el final del cuarto episodio y el comienzo del quinto. La tan comentada y esperada escena del parto de Melisandre es sobrecogedora, y el perfecto colofón al seguramente más violento episodio de esta temporada, Garden of Bones. También entre lo mejor se mantienen los diálogos, brillantes, cínicos, cortantes, y las interpretaciones. Tiene mérito que una serie que se vendió como la de Sean Bean haya sobrevivido con semejante vigor a su ausencia. El cásting se confirma como sobresaliente. Crecen algunos nombres que en la primera temporada habían quedado más difuminados como los de Emilia Clarke (Daenerys) o Sophie Turner (Sansa Stark), pero hay pocas dudas de que el actor que se lleva todas las miradas es Peter Dinklage. Su Tyrion es sencillamente memorable y se lleva, sin duda, las mejores escenas actorales de la segunda temporada. Charles Dance como Tywin Lannister, Lena Headey como Cersei o Liam Cunningham como Davos son otros de los nombres que sobresalen por encima del resto.

La segunda temporada de la serie es más valiente en muchos sentidos. En el visual desde luego, aunque eso también es cierto que depende de un mayor presupuesto que aquí sí ha tenido (no siempre hace falta para progresar, ojo; los escenarios naturales aquí son mucho más imponentes que en buena parte de la primera temporada y aspectos técnicos como la música, con mucha más personalidad ahora, ayudan en ese crecimiento). Pero también en lo narrativo. La adaptación televisiva se aleja en bastantes aspectos de la literalidad de Choque de reyes, algo que no sucedía tanto en Juego de tronos. Conociendo el original literario, muchos de los cambios merecen aplausos, como la espléndida interactuación en Harrenhall de Tywin y Arya Stark. La temporada empieza bien, decae ligeramente en su tramo intermedio y acaba con un auténtico terremoto visual y narrativo que hace albergar todavía mayores esperanzas de cara a la reanudación de la serie. Por desgracia, habrá que tener paciencia para ver esa continuación, que no llegará hasta abril de 2013.

Para quien desee leer más sobre esta segunda temporada de Juego de tronos, éstas son las reseñas de cada uno de los diez episodios de los que consta:

Episodio 1, The North Remembers
Episodio 2, The Night Lands
Episodio 3, What Is Dead May Never Die
Epidosio 4, Garden of Bones
Episodio 5, The Ghost of Harrenhall
Episodio 6, The Old Gods and the New
Episodio 7, A Man Withour Honor
Episodio 8, The Prince of Winterfell
Episodio 9, Blackwater
Episodio 10, Valar Morghulis

miércoles, junio 22, 2011

'Juego de tronos', cine... pero no tanto

Dicen algunos entendidos que el mejor cine de hoy en día está en la televisión. Y dicen que el de la HBO es el sello a seguir para dar la razón a esa consideración. Juego de tronos, basado en la primera de las novelas de Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin, es uno de esos ejemplos que ha desatado el furor de los aficionados (¡¡¡9,5 de nota en IMDB!!!), lo que da una razón lo suficientemente poderosa (aunque no creo que la haga costumbre extensible a demasiados títulos) para hablar de esta serie en este espacio. Esta primera temporada (ya hay una segunda anunciada, basada en la segunda novela, Choque de reyes) consta de diez episodios y parece haber convencido a todo el mundo. Cine en estado puro, dicen. Y es verdad. Lo hay. Pero no tanto como se está diciendo, y es que tengo la sensación de que el furor despertado entre los fans, un recelo un tanto artificial con respecto al cine contemporáneo y un ansia de ver cosas diferentes ha hecho que la valoración de esta serie despegue hasta niveles que no termina de merecerse. En absoluto estoy diciendo que no merezca la pena, al contrario. ¿Pero tanto como se está diciendo? No lo termino de ver claro, aunque lo bueno que ofrece la serie es excepcional.

La temporada terminó su emisión en Estados Unidos el pasado domingo, en España quedan todavía tres episodios (que se pueden ver en Canal+), y admito que a mí me ha quedado una sensación agridulce en base a una conclusión muy rápida de explicar. Creo que Juego de tronos tiene un trabajo de preproducción sencillamente asombroso, sobresaliente en todos sus aspectos. Vestuario, dirección artística y localizaciones deslumbran desde la primera hasta la última imagen de la serie, coincida o no la visión de sus autores con la que cada uno nos formamos durante la lectura de la novela (Invernalia, por ejemplo, no termina de satisfacerme; el Muro, en cambio, me parece una maravilla plasmada tal y como la describe Martin en sus novelas). Sin embargo, me da la sensación de que todo lo que ofrece el rodaje queda en manos de los actores y el guión (que, en sus mejores momentos, sigue con fidelidad absoluta el libro), sin que los realizadores aporten gran cosa en demasiadas ocasiones y que la postproducción no le da a la serie casi ningún valor añadido (apenas hay efectos especiales, diferencia esencial todavía por motivos presupuestarios entre el cine y la televisión, y la banda sonora, a excepción del hermoso tema principal, apenas tiene relevancia).

Este planteamiento desemboca en que hay escenas que en el libro son sencillamente espectaculares y que no encuentran su reflejo en la pantalla. En este sentido, y sin desvelar nada, la mayor decepción llega en el noveno capítulo, con una omisión ofrecida de una forma casi sonrojante. Sí es verdad que hay escenas brillantemente rodadas (como el final del tercer episodio, con Ned mirando la primera lección de 'baile' de su hija Arya, o la conclusión del noveno episodio) en las que se nota un buen trabajo de dirección y planificación. Ahí es donde la serie marca su otra gran apuesta: la ausencia de límites en la corrección política. Son frecuentes las escenas de sexo (incluso homosexual) y los momentos de gran y explícita violencia, a pesar de que incluso hay cierto freno a lo narrado en la novela. Esto ha convencido a muchos, pero hay cierta irregularidad. Algunas funcionan muy bien, otras tienen cierto aire gratuito (sobre todo en el caso del sexo). La serie, sabedora de que buena parte del presupuesto se ha ido en la construcción de los Siete Reinos de Canción de hielo y fuego, apuesta descaradamente por el talento de Martin en sus diálogos y el de los actores para deslumbrar. Y ahí es donde Juego de tronos se eleva por encima de la media sin ninguna duda.

En muchos sitios se ha vendido como la serie de Sean Bean, conscientes sus responsables de que el actor tienen una enorme reputación en el género gracias a su magnífica interpretación de Boromir en El Señor de los Anillos. Y Sean Bean responde con un trabajo espléndido. Efectivamente, es su serie, aunque dado ese planteamiento hay un indudable éxito en contar algunos capítulos, en la segunda mitad de la temporada, en los que su presencia es casi inexistente. Lo cierto es que el casting en su conjunto es formidable. Incluso en los actores en los que la primera impresión es dudosa (por no ser exactamente como se describía en las páginas del libro), el crecimiento a lo largo de los capítulos es indudable. Y es actores como Kit Harrington (Jon Nieve), Richard Madden (Robb Stark) o incluso el hierático Jason Momoa (Khal Drogo y próximo Conan) no parecían los adecuados en ese primer vistazo y salen de esta primera temporada triunfantes. Tyrion Lannister (formidable Peter Dinklage, quizá lo mejor de la serie), Cercei Lannister (Lena Headey), Iain Glenn (Ser Jorah), Jeoffrey Baratheon (Jack Gleason; ¿de verdad es el mismo chaval simpático que aparece brevemente en Batman begins?) o Aidan Gillen (Meñique), además del propio Ned Stark y otros muchos, son sencillamente perfectos desde el principio.

La verdad es que es muy difícil encontrar alguna pega al reparto. La elección de casi todos los actores supone un trabajo deslumbrante y la forma en que todos han desarrollado sus papeles, apoyados en los nunca suficientemente valorados diálogos de Martin, un acierto magnífico. Son tantas las escenas de actores memorables que mantenien entre ellos, que sería imposible relatarlas todos. Formidable la escena con Ned, el Rey Robert y Cersei que abre el sexto episodio, o las conversaciones entre Varys y Meñique, o el juramento de la Guardia de la Noche en el séptimo (y su repetición en el décimo). Pero sorprenden algunas omisiones (además de la mencionada y flagrante del noveno capítulo, por ejemplo la escena que tendría que haber ido al final del segundo episodio o comienzo del tercero con Bran como protagonista; o la escasísima presencia de los huargos, por evidentes problemas que pudieran producirse en el rodaje, lo que resta notablemente el toque fantástico de la saga) o la rebaja visual y narrativa de algunas tramas, como la que rodea a Daenerys Targaryen y los Dothrakis (demasiado pobres para lo que uno se imagina en la novela, incluyendo el épico final).

¿9,5 sobre 10 como refleja IMDB? No, en absoluto. La serie es notable, tiene momentos formidables e incluso memorables, actores deslumbrantes que ofrecen en algunos casos los mejores trabajos de sus carreras, y viene a llenar un juego en la fantasía adulta que hasta ahora no teníamos cubierto. Pero le faltan cosas. Hay fallos evidentes en la narración de las elipsis, no demasido bien explicadas en algunos casos y la realización es un tanto impersonal en algunos episodios y escenas, además de la evidente falta de presupuesto que ha llevado a los responsables de la serie a saltarse algunas de las escenas más grandiosas de la novela. El éxito cosechado, y sobre todo la escasez de críticas negativas siquiera en aspectos concretos, puede llevar a los productores a seguir por el camino de la autocomplacencia, y ese es el gran riesgo que tiene ante sí la próxima temporada. Si solventan ese peligro y consiguen dotar a la serie de la espectacularidad que necesita junto a los intrincados, complejos y fascinantes movimientos políticos, el valor añadido será tan inmenso que llegar hasta esa nota no será una utopía. Es una muy buena serie, pero necesita crecer. La obra maestra de Juego de tronos está en las páginas de papel. Veremos qué sucede con Choque de reyes.