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miércoles, noviembre 13, 2013

'Somos los Miller', nada nuevo

Somos los Miller quemó sus bazas antes del estreno. Tanto hablar de la película por la escena de stripper que protagoniza Jenniffer Anniston, y que está prácticamente incluida en su totalidad en el trailer, que tampoco hay mucho más que aportar. La película es no es mala, tiene algunos momentos gamberros y divertidos, pero no ofrece nada nuevo dentro de la comedia de esta época bastante inofensiva del género. Esa escena está pensada para ser su baza principal, porque en este mundo del espectáculo moderno parece que vende más un desnudo, siquiera parcial, de una estrella que un producto bien hecho. Y la muestra de que la película sale de una aparente improvisación constante (¿sólo por parte de los actores?) está en las tomas falsas que están empezando a convertirse en habituales en los créditos de las comedias modernas (¿esto no era un extra del DVD?). Y no deja de ser curioso que el punto más divertido de la película esté precisamente ahí... y que no tenga nada que ver con la película.

Estamos obviamente ante una comedia y sólo con ver en el cartel el nombre de Jason Sudeikis (Cómo acabar con tu jefe, En campaña todo vale) se puede asumir el tipo de humor en el que se basa. La película narra las aventuras de un camello de poca monta que sigue viviendo en los treintaytantos como si estuviera aún en la universidad y que, para pagar una deuda, se ve en la obligación de ir a México para pasar una cantidad de droga por la frontera hacia Estados Unidos. Para hacerlo, decide reclutar a una vecina stripper, a una chica que se ha escapado de casa y un chaval que vive en la puerta de al lado y cuyos padres no le prestan atención para crear una familia falsa con la que guardar las apariencias. Esa mezcla también da una idea de que el humor por el que se apuesta es gamberro y muy basado en bromas de carácter sexual, lo cual tampoco es una novedad en la comedia contemporánea (como tampoco en el cine en general que su doblaje sea bastante flojo en algunos personajes).

Obviamente, el éxito de la película está en la conexión que establezca cada espectador con su humor. En conjunto, muy irregular. Y cabe destacar que hay momentos salvajemente divertidos (el motivo por el que les registran en la frontera... delirante para bien por el tema y por su visión del mismo) que sacan de la rutina en la que cae la película en el momento en el que los personajes quedan delimitados. El guión, escrito nada menos que por cuatro autores, no termina de sacar partido de las mejores situaciones que plantea y se limita a servir como vehículo de lucimiento de los actores. ¿Y estos cumplen? Básicamente sí, aunque en realidad es difícil que en una comedia pensada para pasarlo bien (los actores los primeros) algún actor chirríe de forma descarada. Sudeikis y Anniston llevan la voz cantante, optan por lo seguro y se salen más bien poco del camino previsto, como sus hijos de ficción, Emma Roberts y Will Poulter.

Lo cierto es que Somos los Miller es una comedia, aunque por momentos suficientemente divertida, más tibia de lo que podía parecer con su propuesta inicial. Se basa en una trama sumamente endeble y que avanza buscando el chiste más que una historia. Al final, da un poco igual la droga, la frontera, la familia, el beso, la chica o incluso la araña. Ese es, de largo, el punto más débil de la película, que no genera la más mínima implicación en la historia, como sí pueden hacerlo en algún momento muy localizado alguno de los personajes. Por eso acaba siendo más de lo mismo. Divertido, si se acepta el humor que propone, pero nada nuevo en el horizonte porque acepta la previsibilidad de la historia y se siente a gusto con ella. Para fans de sus actores y quienes quieran un respiro de 110 minutos, pero que nadie espere la comedia del siglo porque la tercera película de Rawson Marshall Thurber, director de Cuestión de pelotas, no lo es precisamente.

viernes, junio 15, 2012

'Sácame del paraíso', la realidad es más divertida que el disparate

Sácame del paraíso es una comedia que explica muchas cosas sobre la realidad del género. Se tiende a pensar que el disparate, el exceso, lo extraño e incluso lo grotesco es más divertido que lo real. Los diez primeros minutos de Sácame del paraíso, con las modificaciones asumibles que exige una comedia, están anclados en la realidad; los 88 restantes son presa de ese disparate. Y los diez primeros minutos son lo mejor de la película, lo que en el fondo deja una sensación de cierta insatisfacción. No es que el resto esté mal, aunque hay demasiados momentos que no producen el efecto deseado, sobre todo cuando el filme deriva en la habitual y cansina acumulación de chistes sobre sexo sin los que ninguna comedia de hoy en día parece capaz de sobrevivir, pero hay una notable diferencia entre el arranque y el resto, entre la realidad y el disparate. La otra sensación que deja la película es que la comedia tampoco parece dar pasos hacia adelante, sólo sale del paso a la espera de algún renovador.

Saltémonos el argumento de la película para no dar pistas. Sólo hay que decir que Sácame del paraíso va sobre una pareja que cree saber hacia dónde conduce su vida y, de repente, se da cuenta de que no tiene ni idea y por eso, aunque por accidente, coge un camino que jamás hubiera escogido. La pareja la forman Paul Rudd y Jennifer Anniston. Para los que estuvieron diez años enganchados a Friends será todo un shock ver un cambio de parejas tan radical con respecto a la serie, pues el personaje de Rudd se casó con Phoebe y el de Anniston fue el amor eterno de Ross. Quizá sólo sea por los actores, pero da la sensación de que, de alguna manera, hay un deliberado propósito de recuperar parte del humor de Friends. O quizá sea algo intencionado por parte de David Wain, director del filme y de títulos no muy recordados como Mal ejemplo o Los diez locos mandamientos. El caso es que no termina de conseguir esa sensación a lo Friends, por mucho que se atisbe.

La verdad es que tanto Rudd como Anniston se meten de lleno en el cliché que suponen ellos mismos. Son el personaje que uno espera ver. No hay, en realidad, sorpresa alguna en sus actuaciones o en sus papeles. Y son cómicos decentes que conocen su oficio, pero el encasillamiento es un peligro real a la hora de ver y valorar esta película. Quizá por eso hay que buscar más allá de la pareja protagonista. No tanto en el histrionismo de Justin Theroux (Mulholland Drive) o en la belleza tópica de Malin Akerman (Watchmen), sino en el divertido personaje de Alan Alda (fundador de la extraña comuna en la que se desarrolla la película), en el simpático hallazgo de Joe Lo Truglio (un escritor nudista que adora hacer su propia vendimia) o en el cameo final de un conocido actor, quizá lo mejor del resto de la película junto con la hilarante secuencia del sueño que tiene uno de los protagonistas.

Los diez primeros minutos sí parecen marcar una diferencia. Quizá no haya en ellos una película que haber explotado, pero el tono sí parecía el adecuado para ofrecer algo diferente, el gag funcionaba, las actuaciones también y las situaciones, más que cotidianas, eran divertidas. Pero a partir de ahí llega el desenfreno, la locura y lo extravagante. Y, por supuesto, todo acaba desencadenando en el sexo, tema principal de la casi totalidad de los chistes de la comedia moderna, y que culmina en un monólogo ante el espejo de Rudd al que, la verdad, no consigo verle la gracia. Hay algún atisbo de originalidad (como el mencionado sueño o los efectos de las drogas en otro de las protagonistas) y bastantes momentos divertidos, pero en el fondo Sácame del paraíso es otra comedia más. Una entretenida, desde luego, pero poco más. ¿Suficiente? Puede que sí, porque en el fondo se trata de pasar un buen rato con un argumento inverosímil. Pero me hubiera gustado ver una comedia que recorriera los caminos de la realidad que se apuntan en los primeros diez minutos...