viernes, agosto 14, 2015

'Operación U.N.C.L.E.', risas enlatadas

Dentro del inagotable ciclo de adaptaciones de viejos títulos que inciten a despertar la nostalgia de espectadores de diferentes edades, le toca el turno a la clásica serie de los años 60 que en España se conoció como El hombre de CIPOL y que ahora nos llega en versión cinematográfica respetando las siglas originales. Operación U.N.C.L.E., no obstante, es una de esas actualizaciones que se han dejado el encanto en los años que han pasado desde el original y han querido explotar una vía completamente diferente. ¿Cuál en este caso? La de la personalidad de Guy Ritchie. Esto no es El hombre de CIPOL, ni por asomo, sino una película más de Guy Ritchie. Y además no es una de las mejores de un director que llevaba muchos años enfrascado en Sherlock Holmes y su secuela, muestras acertadas de lo que es capaz de hacer, pero que no consigue enganchar casi en ningún momento con esta especie de mezcla entre ese toque socarrón que Robert Downey Jr. añadió a su estilo y una especie de intento de regreso a los orígenes.

El problema de Operación U.N.C.L.E. es que sólo le faltan las risas enlatadas. Su comedia es tan forzada que no da la impresión de que el propio Ritchie se la haya terminado de creer. Desde luego no lo han hecho ni Henry Cavill ni Armie Hammer, y en menor medida Alicia Vikander, a los que Ritchie condena a poses de absoluta inmovilidad gestual con unos personajes abiertamente planos, que en teoría buscan la comicidad en la contraposición de carácter pero que al final lo único que oponen es la inmovilidad de sus rostros. Y como el mismo Ritchie se empeña en escamotear algunas de las escenas de acción como la huida en barca o el asalto a la fortaleza precisamente para potenciar esa sensación (¿o es que Warner le pidió que aligerara el presupuesto de la cinta de esa forma?), se entiende que no estamos sólo ante una falta de capacidad de los actores sino ante una decisión consciente y que está lejísimos de provocar el efecto deseado.

Lo que logra, en realidad, es algo de aburrimiento. Y eso, en una película que pretende ser una mezcla de acción y comedia, es un problema bastante severo que afecta por completo a toda la película. Ni el marco de la Guerra Fría (que, en realidad, se olvida completamente después de la primera escena en el Berlín ocupado), ni el cambio de escenario para que el filme se convierta en un exótico tour por todo el mundo (algo que, hoy en día, ya está al alcance de cualquier tipo de película), ni tan siquiera los continuos giros de guión para que los personajes vayan encontrando su encaje provocan mucho más que el avance rutinario de una historia ya de por sí bastante simple. No es que sea un filme catastrófico, no es eso, pero desde luego está muy, muy lejos no sólo de los objetivos que podría tener sino incluso de la misma capacidad de un director que se ha labrado una fama haciendo películas que, de hecho, beben de premisas muy parecidas a las de esta.

Pero Operación U.N.C.L.E. (que ya para rematar las malas sensaciones en la versión doblaba machaca la pronunciación anglosajona del término) se aburre en sus propios rincones, no encuentra chistes memorables, no tiene secuencias de acción que sorprendan, sus personajes no están definidos más allá del tópico más esperable. Si la película no viniera firmada por Guy Ritchie, si no recuperara una vieja serie de televisión o si no tuviera una apuesta tan descarada por conectar desde la música y el sonido mucho más que desde la imagen (de la que, hay que insistir, prescinde muchas veces), probablemente recibiría mucha menos atención de la que va a recibir. Y merecer, lo que se dice merecer, no merece demasiada porque no sobresale en nada. Se ve y se olvida con la misma facilidad, y eso, en un director como Guy Ritchie, que gusta tanto del impacto puntual y de los personajes carismáticos, es aún más grave, incluso aunque la conexión con su cine no sea tan plena como la fama que tienen algunos de sus filmes más populares.

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