viernes, octubre 24, 2014

'El juez', oportunidad perdida

Cuando un actor se produce una película, es obvio que va a ser un vehículo programado para su lucimiento personal. Y si hay un actor capaz de sacar partido a esas situaciones, ese es Robert Downey Jr. El juez es una película pensada para él y ese lado de la ecuación es de largo lo más sólido de la cinta, mucho más si tenemos en cuenta la brillantez de todo el reparto, incluyendo un formidable Robert Duvall, uno de esos actores que no sabe estar mal. Pero El juez, a pesar de tenerlo todo a su favor (una historia dramática y familiar, el género judicial como telón de fondo, sobre todo dos actores de peso y nombres de categoría también en el apartado técnico) acaba siendo una película simplemente correcta. ¿Por qué? Porque ni el guión ni la dirección saben llevar la cinta a los derroteros que mejor le habrían sentado. Todo es bastante previsible, todo queda desarrollado de una forma casi hasta desganada (eso se nota en la fotografía de Janusz Kamiski, iluminando igual a personajes antagónicos, o en el escaso peso de los personajes secundarios) y todo queda absolutamente supeditado a lo que hagan Downey Jr. y Duvall.

Eso, lo que hacen los protagonistas, es formidable, y cada una de las muchas escenas que comparten, son de esas en las que sabes que puede pasar algo especial, pero parece una oportunidad perdida de haber realizado una gran película. En realidad, hay fallos demasiado evidentes en El juez como para no notarlos. Escenas y subtramas introducidas para mayor gloria de su protagonista (su ex mujer, su hija) funcionan de forma individual pero son las primeras que llaman la atención cuando resulta evidente que los 141 minutos del montaje final necesitan claramente un recorte. Los tópicos se dejan llevar con facilidad por la maestría del reparto, pero no dejan de ser tópicos. Emocionar, emociona lo justo, y lo hace con intensidad siempre y cuando sean las actuaciones el verdadero motor que enganche al espectador (como en la escena del baño, con su parte más dramática y la más anecdótica). Y es que casi todo es superficial en el guión. Lo es al referirse a los valores del juez (Duvall), al cuestionar la moralidad del abogado (Downey Jr.), en la reaparición de la ex novia de juventud (por mucho que ver a Vera Farmiga sea siempre exquisito).

Pero eso no basta porque al final todo parece insuficiente. La historia de venganza que desencadena todos los acontecimientos (bien entrada la película, eso sí) no está bien desarrollada. La presencia de algunos secundarios (la camarera del bar, la misma hija del abogado, incluso sus dos hermanos) es rutinaria aunque en todos y cada uno de ellos se intuyen historias apasionantes que podrían haber completado mucho mejor el drama. Al final, la película se queda en un choque de personalidades entre un padre y un hijo, entre un juez de recta moral y un abogado de éxito a costa de tener dudosos clientes, en lo personal y en lo profesional, pero que necesita demasiados minutos para entenderse y que ni siquiera así deja con una total satisfacción salvo en lo interpretativo. En todo eso seguramente tiene mucho que ver que David Dobkin no parece el director adecuado. No sabe imprimir a la película un tono reconocible, a ratos deja unos tintes cómicos que no se entienden muy bien (el vaso del abogado interpretado por Billy Bob Thornton remarcado por un contundente efecto de sonido) y le falta alma.

La explicación seguramente está en el pasado de Dobkin, director encasillado en comedias (Los rebeldes de Shnaghai, De boda en boda, El cambiazo) que, en realidad, muchas veces no sabe muy bien qué hacer con un drama de trasfondo judicial. Con otros actores, probablemente el golpe habría sido contundente, pero la genialidad de Robert Downey Jr., que elabora un personaje en una fascinante transición personal (ver el resultado de ese viaje es lo que da sentido a la primera y a la última escena de la película) y que encuentra un eco contundente y magnífico en Robert Duvall, es razón más que suficiente para disfrutar la cinta. Siempre con la sensación de que se ha dejado pasar una ocasión perfecta para crear un sólido y hasta memorable drama judicial y familiar, pero con la garantía de que un actor en estado de gracia basta para salvar un título que deja sinsabores en otros muchos terrenos. El juez dista mucho de ser la película que podría haber sido, pero tiene momentos más que suficientes para ser disfrutada.

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