miércoles, octubre 09, 2013

'Zipi y Zape y el club de la canica', Escobar cobrando vida

Los precedentes de las dos entregas de Mortadelo y Filemón (aunque la primera sí goza de cierto prestigio) y, sobre todo, el reciente descalabro de El Capitán Trueno y el Santo Grial eran presagios nefastos para cualquiera que se aventurara a adaptar algún otro título destacado del cómic español, conjunto de palabras que reúne tal cantidad de prejuicios que hacen la tarea aún más compleja. Pero Zipi y Zape y el club de la canica aprende de los errores de aquellas y sale más que airosa del trance, convirtiéndose en un simpático entretenimiento juvenil, que quiere recuperar el cine de pandillas de chavales que ejemplificó mejor que ninguna otra película Los Goonies adaptándola a un estilo visual más cercano a lo que triunfa hoy en día entre los más jóvenes, como Harry Potter, sin por ello abandonar la esencia del tebeo que adapta. Porque El club de la canica no es una historia que recupere todos y cada uno de los elementos esenciales del cómic, pero sí los suficientes como para que los famosos y traviesos gemelos sean más que reconocibles.

Empecemos por lo bueno. La película es entretenida, divertida y simpática. Consigue que la mezcla entre la historia juvenil y los toques de fantasía visual no chirríen (aunque el internado, radicado una mansión, evidencie demasiado la ansiada conexión con Harry Potter) y fluyan adecuadamente en el guión. Ayuda que, dentro de ese concepto visual, los personajes parezcan reales pero sin dejar de ser propios de una viñeta de Escobar, y que los actores se crean que están rodando una historia de aventuras juvenil sin necesidad de caer en la caricatura fácil, asumiéndola con naturalidad en los casos en los que procede pero sin romper la tridimensionalidad que propone la película. Porque esta no es una traslación directa del tebeo, sino una película basada en el mismo. Parece un matiz sutil, pero es importante porque la película consigue una autonomía que habría perdido con la fotocopia del tebeo, un problema en el que caen con demasiada frecuencia las adaptaciones de cómic y de libros juveniles e infantiles.

Dentro de lo bueno, es obligado destacar el aspecto visual de la película, brillante y no sólo utilizando estándares de la industria española, porque todo es creíble e imaginativo, adaptándose a la historia, por sencilla que sea ésta. Y dentro de esa acertada imagen está la de los actores, la pandilla que forma el club de la canica y que encabezan Zipi y Zape. A pesar de que no pasarían por gemelos, Raúl Rivas y Daniel Cerezo sí encajan en los papeles protagonistas, como también Claudia Vega (en apariencia, la mayor del grupo y la más conocida por su papel en la brillante Eva), Fran García y Marcos Ruiz. Aunque, y aquí ya entramos en el terreno de las pegas que se le pueden poner a la película, fallan en algo elemental. Cuando hablan, no parecen niños, no tienen el desparpajo que se espera de chavales, sino que a ojos del espectador son actores a los que por encima de todo se les pide una dicción tan clara que en sus frases les falta una necesaria naturalidad.

Ese detalle lleva a la película a algunos momentos de falta de convicción, le da un corsé que amenaza con reventar algunas escenas, aunque al final todo esto pesa menos que el entretenido conjunto, al que contribuyen dos aspectos muy destacables. Por un lado, la gran interpretación de Javier Gutiérrez dando vida a Falconetti, el director del internado en el que Zipi y Zape tendrán que penar todo el verano por sus travesuras. Por otro, la espléndida música de Fernando Velázquez, que potencia el tono aventurero de la película. Y con sus 97 minutos, abiertos y coronados con un adecuado homenaje al cómic del que procede (y un divertido cameo de Álex Angulo), Zipi y Zape y el club de la canica consigue lo que se propone: entretener enriqueciendo y respetando el original de Escobar en las viñetas, haciendo que sus personajes cobren vida en un mundo moderno y actual, sin caer en la fácil escatología a la que suele acabar rendida la comedia moderna y proponiendo un divertido juego que tampoco echa para atrás a los adultos. ¿Se puede pedir mucho más en un intento de llevar a la gran pantalla un cómic español? Probablemente no, al menos en un primer intento. Pues a disfrutar.

2 comentarios:

Meg dijo...

Ufff, no me llama nada, no creo que la vea, también es verdad que no era un cómic que me llamara mucho, pero aun así, las adaptaciones de cómics españoles que he visto hasta la fecha no me convencen. Un beso!

Juan Rodríguez Millán dijo...

Meg, yo tampoco fui demasiado en la infancia de Zipi y Zape, y sin embargo me lo pasé bien. Es infantil, eso sí, pero para mí infinitamente mejor que las anteriores adaptaciones de cómics españoles.