miércoles, julio 10, 2013

'Hijos de la medianoche', una bonita fábula demasiado larga

Sin conocer el original literario, se nota que hay un esfuerzo apreciable en Hijos de la medianoche para contentar al lector de la novela de Salman Rushdie en que está basada la película, y que el propio escritor se encarga de adaptar para la gran pantalla. Pero ese mismo esfuerzo es lo que termina por devorar el filme. Sus casi dos horas y media de duración se hacen largas y no terminan de concretar temas y detalles que son esbozados en la pantalla. Eso deja secuencias en tierra de nadie y un ritmo bastante irregular, que se hace especialmente pesado en los tramos intermedios de la película. En todo caso, la fábula es bonita, la alegoría sobre la independencia de la India que está presente en la historia es interesante y la realización de la directora Deepa Mehta es bastante acertada, y eso es lo que hace que se vea con agrado a pesar de que no sea en sí misma una adaptación brillante.

El punto débil de la película está en una cierta indefinición que pesa casi desde el principio. Arranca como un cuento familiar, se adentra en la alegoría política y acaba siendo una historia de realismo mágico ambientada en la India. Y todos estos aspectos están bien desarrollados en algún momento, pero poco concretados en el siguiente. Quizá el problema haya que buscarlo en la adaptación del propio Rushdie (que también ejerce como narrador en la versión original) y en la necesidad de tratar de condensarlo todo en la pantalla en lugar de entender que cine y literatura son medios diferentes y exigen métodos igualmente distintos. Porque lo más probable es que esta misma historia, con una construcción literaria, sea mucho más atractiva que con el andamiaje cinematográfico que prepara Mehta, porque el filme pierde en ocasiones la emoción personal que se supone que deben transmitir los personajes y las situaciones en las que se ven envueltos.

Hijos de la medianoche sigue la historia de Saleem Sinai, desde que nace literalmente al mismo tiempo que la India proclama su independencia, y que arranca con la historia de cómo se conocieron sus abuelos. Y a partir de ahí, sobre todo para quienes no hayan leído la obra de Rushdie, es mejor dejarse sorprender con todo lo que sucede y no leer ni siquiera las sinopsis oficiales. Con saber que se trata de una combinación de drama, comedia y fantasía es más que suficiente porque, de lo contrario, quedan expuestos demasiados de los giros que adopta la historia. Y como la mayoría son inteligentes y están muy bien llevados, de nuevo hay que pensar que el problema que arrastra la película está en el lenguaje, que quizá hubiera requerido menos tiempo de prólogo y más de la historia central (por ejemplo, en la trascendencia de los hijos de la medianoche como conjunto).

Con una cuidada ambientación en la India y con un espléndido y extensísimo reparto (en el que sólo hay un nombre occidental, el del espléndido Charles Dance en un papel muy breve), la película convence en lo visual y en algunos momentos de su muy extensa historia. Pero el conjunto flaquea por irregular y, en esa línea, emociona sólo a ratos, cuando la historia pide a gritos un torbellino sentimental continuo. No lo hay, aunque sí hay momentos divertidos y emocionantes, y a eso hay que agarrarse para disfrutar más de la película. Lo que parece inevitable es pensar que, como otros muchos títulos del cine contemporáneo, la capacidad de síntesis no está en sus aciertos. Sobre todo teniendo en cuenta que, en realidad, es una historia intimista y personal que triunfa mucho más en esas escenas pequeñas ("¿y si al final no eres tan especial?") que en las más grandes.

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