jueves, marzo 20, 2008

'2001' se queda totalmente huérfana

Años después de que muriera Stanley Kubrick, 2001: Una odisea del espacio se ha quedado totalmente huérfana. La muerte de Arthur C. Clarke es el adiós de uno de los padres de la ciencia ficción del siglo XX. Era un visionario, un hombre adelantado a su tiempo. Quizá no un grandísimo escritor (aunque esto, como todo lo que tiene que ver con el arte, es discutible), pero sí un tipo de una imaginación prodigiosa. Y a él, además de a Kubrick, se le debe uno de los más grandes e importantes iconos de la historia del cine (y no sólo de la ciencia ficción).

Y es que 2001 no es sólo una película de ciencia ficción. Es, para empezar, una visión del futuro. Clarke publicó en 1948 El centinela, un relato que se convirtió en la base de 2001. Kubrick convenció al escritor para hacer juntos y al mismo tiempo una novela y una película. Ocho meses trabajaron juntos para presentar un guión a la Metro Goldwyn-Mayer. Y cuando dos genios trabajan juntos, lo normal es que acaben distanciados. Kubrick introdujo cambios en el guión y Clarke se centró en su novela, que se publicó muy poco después del estreno de la película, en 1968.

Como prueba de la visión de futuro de 2001, aquí va un párrafo de la novela. "Hizo aparecer (en su pantalla) los principlaes diarios electrónicos del mundo; sabía los códigos de los más importantes de memoria. Mantenía la portada en pantalla mientras recorría rápidamente los titulares en busca de las noticias que le interesaban. Cuando las pinchaba, el rectángulo del tamaño de un sello se expandía hasta llenar toda la pantalla y podía leerlas cómodamente". Y después añade: "Cuanto más maravillosos eran los medios de comunicación, más triviales y deprimentes parecían ser sus contenidos". No sólo predijo cómo sería Internet, sino que se aventuró a calificar cómo serían sus informaciones. Y estábamos a finales de los años 60.

Decía Clarke en su 90 cumpleaños (que lo celebró el pasado 16 de diciembre, bien poco antes de su muerte) que uno de sus pesares era no haber visto en vida pruebas irrefutables de la existencia de vida extraterretre. Seguro que alguien se lo acaba contando, esté donde esté. Hasta siempre, visionario.

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