martes, febrero 26, 2013

'Blue Valentine', durísimo viaje emocional

Blue Valentine es un viaje emocional durísimo. Es el camino del amor, desde que nace hasta que muere, y todo en un breve lapso de tiempo de pocos años. Contado sin ambages, sin subterfugios y a flor de piel. Con dos actores brutales, Michelle Williams y Ryan Gosling, que son los que hacen que la película impacte, emocione y, sobre todo, duela. Porque la película va sobre eso, sobre el dolor que puede producir el amor cuando las circunstancias de uno y de otro complican una relación de pareja hasta extremos asfixiantes. La película es la sinceridad que desprenden sus actuaciones, que alcanzan tanta profundidad que es imposible escapar de su influjo. Lo que les rodea no siempre es tan atractivo, aunque la película presenta un fantástico montaje alterno entre los dos tiempos que narra el filme, el pasado en el que Cindy y Dean se conocen y se enamoran, y el presente en el que todo está roto, deshecho, y la pareja lucha por sobrevivir emocionalmente, por decidir qué hacer con ese amor roto. Blue Valentine es un puñetazo al estómago. Brillante en muchos aspectos, pero un puñetazo al fin y al cabo.

Williams y Gosling hacen que la película se disfrute en dos niveles completamente diferentes. Impone la dureza que ambos transmiten en las escenas más tardías, aquellas con las que arranca el filme antes de sorprender con el primer flashback, con las escenas en las que se ve a un matrimonio ahogado en la rutina, sin pasión y con una tensión a punto de explotar. Y emociona la belleza de las anteriores, en las que el enamoramiento parece tangible y real, hermoso y espontáneo, nacido de la casualidad y la inocencia. Parecen vidas diferentes pero, al mismo tiempo, los dos actores consiguen que formen parte de una sola. Hay una evolución que se ve, se siente, se palpa, se respira y casi se puede tocar en las escenas en las que el sexo, explícito y directo, ocupa una parte esencial de la historia. Es esa transición lo que hace de Blue Valentine una película muy difícil de contemplar. Mucho, porque llega mucho más lejos que la simple melancolía. No es un amor que se pierde, sino un amor que se rompe en mil pedazos sin que ninguno de los dos sepa cómo remediarlo.

Derek Cianfrance debuta con este título como director y guionista de largometrajes de ficción, después de hacer cortos y documentales. Quizá provenga de ahí su decisión de rodar la película cámara en mano, algo que no siempre beneficia a los actores, aunque les saca muchísimo jugo incluso siendo su debut como realizador. En lo que sí hay un acierto total es en el montaje, que contribuye a crear una mareante sensación de montaña rusa muy similar a la que sienten los protagonistas, especialmente ella. Cianfrance, que tuvo muchísimos problemas para financiar la película, querría haber rodado los dos tiempos de la historia con algunos años de diferencia. Es fácil ver por qué. Ryan Gosling, con algo de maquillaje, marca una clara diferencia, pero no es tan palpable en el personaje de Michelle Williams salvo por su memorable interpretación, por el cambio en su expresión, por la tristeza que añade a su mirada. Puede que ella esté un peldaño por encima, pero las dos actuaciones son dignas de contemplar y analizar por miles de matices que, probablemente, no se captarán a la primera. Enormes los dos.

Y ahora vienen las quejas que, en realidad, nada tienen que ver con Blue Valentine. La película es de 2010. Se estrenó comercialmente en Estados Unidos en diciembre de aquel año, después de que once meses antes, a finales de enero, se pudiera ver en el Festival de Sundance. Michelle Williams recibió por su trabajo una nominación a los Oscars que se entregaron en 2011. Tanto ella como Gosling fueron candidatos a los Globo de Oro que se entregaron, como es costumbre, unas semanas antes. A España ha llegado ahora. ¿Y sabéis lo más gracioso? Que dentro de un mes se estrena en nuestro país la próxima película de su director, The Place Beyond the Pines. Ahora es cuando todos reflexionamos un poco sobre la piratería y cómo se promueve, porque Blue Valentine estaba al acceso de todo el mundo en Internet y, a pesar de tener actores sobradamente reconocidos e incluso una nominación al Oscar, no ha llegado a los cines españolas hasta más de dos años después de su estreno en Estados Unidos. Y la película merece la pena. Lo dicho, pensemos.

lunes, febrero 25, 2013

Oscars 2013, una noche algo extraña

Fue una noche algo extraña... hasta el gran final. Porque antes de que un Jack Nicholson tan pasado de vueltas como ya se espera de él diera paso a Michelle Obama para que anunciara el premio más importante desde la Casa Blanca, parecía que la ganadora de la noche iba a ser La vida de Pi. Y el caso es que a mí no me dice gran cosa esa película, lo que sumado a algún que otro enfado que me provocaron algunas decisiones más de los académicos hacía que la cosa pintara francamente mal. Me perdonarán los seguidores de Ang Lee, pero no termino de encontrarle la genialidad. Cierto que La vida de Pi tiene un final bonito y cargado de significado para añadir muchos matices a la película, pero el conjunto me pareció largo y menos impresionante visualmente de lo que cabía esperar. A otros directores que llevan años manejándose con acierto en la creación de mundos que entran por los ojos se les ningunea con la misma facilidad con la que se quiso alabar a Lee. Pero Michelle Obama abrió el sobre, dijo "Argo" y la cosa se arregló... aunque sólo en parte.

Viendo las nominaciones, me pareció incomprensible que Ben Affleck, un director que crece película a película y que ya es uno de los imprescindibles del cine contemporáneo, no estuviera entre los cinco directores elegidos. Viendo el resultado de la ceremonia, lo entiendo aún menos. Los Oscars premiaron a una película por sus méritos globales, por su guión y por su montaje. Pero no a su director. No, no entiendo el concepto. Más detalles: Argo derrotó a La vida de Pi en la categoría de guión adaptado. Y por si faltaba algo, y aunque ahora paso a hablar de algunos de ellos, tres de los cinco directores nominados tuvieron a sus películas entre las perdedoras de la noche. ¿Por qué Ben Affleck no subió también a recoger la estatuilla al mejor director? Supongo que es una de esas cosas que pasará a la historia dentro de las clásicas injusticias de unos premios como éstos. Pero Argo ganó al Oscar a la mejor película y esa satisfacción fue muy, muy grande.

Aunque sea un efecto colateral de esa victoria, lo que nunca terminaré de entender es por qué mira tan mal la Academia a Steven Spielberg. Le profeso auténtica admiración a un director que me parece único, que hace lo que quiere en la pantalla, que domina tantas facetas que acaba construyendo películas memorables. Pero la Academia no termina de reconocérselo, incluso cuando sí le pone en la pista de los posibles premiados con las nominaciones. Sí, está su triunfo con La lista de Schindler, pero ninguno más. Y eso, con una filmografía como la suya, viene a ser sangrante. Sin el Oscar a Daniel Day-Lewis y la sorpresa que fue el de su dirección artística, Lincoln se habría acercado mucho a una humillación histórica, la que la Academia le hizo a Spielberg con El color púrpura, que logró once nominaciones, entre las que no estaba la del director... y le negó todos los premios. Con Lincoln, dos de doce. ¿Era el mejor Spielberg? No, eso está claro. Pero tampoco hablamos del mejor Ang Lee, y creo que en eso incluso estarán de acuerdo hasta muchos de sus seguidores.

Los actores premiados vinieron a hacer justicia a las películas nominadas. Daniel Day-Lewis es el alma de Lincoln, Anne Hathaway es el reconocimiento esencial a Los miserables (que, con todo, se llevó dos premios más, hasta un total de tres, y protagonizó uno de los grandes y más brillantes momentos de la noche, con todo su reparto cantando en el escenario). Y aunque da pena que Bradley Cooper no lograra el mismo reconocimiento, el Oscar a Jennifer Lawrence premia a El lado bueno de las cosas en su conjunto (los premios le sientan mal a esta espléndida actriz; rompió su vestido al subir a recoger el Globo de Oro y se cayó por su bellísimo pero aparatoso vestido cuando iba a buscar el Oscar). Lo que no termino de entender es lo de Christoph Waltz. Hubo ya una cierta injusticia al nominarle como secundario cuando es protagonista de Django desencadenado. Pero es que, además, su papel es un refrito del de Malditos bastardos... que ya le dio el Oscar. Con lo que había nominado en esa categoría, normal que ni se lo creyera cuando subió al escenario. Dos nominaciones, dos premios. Pensar en leyendas que no tienen Oscar hace aún peor este premio.

Otro galardón que tampoco compartí es el de Quentin Tarantino. También me asombra la fascinación por este personaje, que se repite, que bucea lugares comunes, que comete errores evidentes en sus guiones y aún así sigue consiguiendo reconocimiento. No le veo la genialidad, pero la Academia se la reconoció anoche. Eso sí, no tenía rivales de peso en su categoría, porque la Academia no quiso arriesgar. Y es que a veces sucede eso, que no hay ganas de arriesgar. Sucede también, y lleva sucediendo con cierta frecuencia, en el Oscar a la mejor música. La más que previsible banda sonora de Mychael Danna para La vida de Pi se llevó propuestas mucho más originales y significativas. Y no, esta vez no voy a apostar por un John Williams que, con toda su genialidad y mitología, no destaca en Lincoln. Pero me asombra que Alexandre Desplat, con cinco nominaciones en siete años, aún no haya recogido ninguna estatuilla. O que en una noche en la que tanto homenaje se rindió a la música de James Bond, la de Thomas Newman para Skyfall no corriera la misma suerte ganadora que la canción de Adele.

A Michael Haneke era obvio que sólo le iban a compensar con el Oscar al mejor filme de habla no inglesa. Como también parecía obvio que Bestias del sur salvaje fue sólo una rareza de la Academia en las nominaciones que no se iba a llevar ningún premio (la única de las nueve nominadas a mejor película que se marchó de vacío). Y obvio era que La noche más oscura se iba a quedar muy lejos de la suerte que corrió la anterior película de Kathryn Bigelow, la sobrevalorada En tierra hostil. La Academia arriesga poco, sí. No se puede considerar la victoria de Argo como un riesgo, porque lleva dos meses recogiendo todos los premios posibles. Y tampoco hubo riesgo en otra de las decepciones de la noche, el casi obligado Oscar a Pixar. Brave no es la mejor película de animación del año pasado. Pero Disney, al parecer, no está tan bien vista. ¡Rompe Ralph!, ganadora en los Annie, los premios del mundo de la animación, merecía mejor suerte, incluso Frankenweenie. Pixar, geniales casi siempre y yo me sumo a esa consideración, tiene a todo el mundo encandilado hasta extremos ya fanáticos.

¿Y la ceremonia qué tal? Bien, la verdad. Fue muy musical, y creo que eso le da mucho colorido, aunque sea precisamente lo que más ralentiza la entrega de premios. Pero, sinceramente, yo prefiero una gala así, en la que el reparto entero de Los miserables ponga la piel de gallina sobre el escenario, Adele celebre de forma anticipada el Oscar que iba a ganar interpretando Skyfall, Barbra Streisand corone el In memorian realzando la desaparición en el último año de Marvin Hamlisch o el presentador, Seth MacFarlane, arranque su humor desde la música (como, por cierto, hizo Hugh Jackman hace un par de años para convertirse en el mejor presentador de los Oscars de la última década). MacFarlane estuvo menos gamberro de lo que algunos seguramente habrían querido, pero me pregunto si no estamos pidiendo demasiado al presentador de esta gala. Él estuvo correcto, divertido en muchos momentos, ácido en otros. A mí me gustó. Como me gustan los Oscars, esos premios de los que casi todo el mundo habla aunque sea para darles palos. Y como me gusta que Argo sea la ganadora, incluso sin ser la que más premios se llevó.

sábado, febrero 23, 2013

Guía para seguir los Oscars 2013

En la madrugada del domingo al lunes se entregan los Oscars de 2013, colofón de la temporada de premios para el cine de 2012. He aquí una pequeña guía para conocer las claves de las principales categorías, las de mejor película, director y las cuatro de interpretación, realizado con el ánimo de recoger mis opiniones sobre los aspirantes. El orden en que aparecen es alfabético, no de preferencia.

MEJOR PELÍCULA

· Amor
5 nominaciones: película, director, guión original, actriz y película extranjera.
Es todo un triunfo que esté entre las nueve finalistas. Amor es una película durísima, triste y desgarradora, que no ofrece ninguna concesión al espectador. Juega en su contra que sea una película europea y en francés, aunque Hollywood es cada vez más abierta en ese sentido.


· Argo
7 nominaciones: película, guión adaptado, actor de reparto, montaje, música, montaje de sonido y efectos de sonido.
Mi preferida. Una auténtica joya que confirma a Ben Affleck, gran ausente entre los directores nominados, como un realizador de primer orden. Tensa cuando aborda el cine político, divertida cuando se asoma a la sátira con Hollywood como objetivo, inmensa en todo momento.


· Bestias del sur salvaje
4 nominaciones: película, director, guión adaptado y actriz.
Otra que ya cuenta como un premio su presencia aquí. Funciona a la perfección como fábula de imágenes atractivas y encierra momentos de una gran belleza poética. Su cuidada ambientación y el carisma de su jovencísima protagonista son las armas con las que esconde sus defectos.


· Django desencadenado
5 nominaciones: película, guión original, actor, fotografía y montaje de sonido
Otra película más de un Quentin Tarantino sobre el que se atisba ya un leve debate entre sus aficionados, aunque la mayoría sigue rindiendo pleitesía a cada una de sus violentas cintas. Un salvaje y pretendidamente cómico homenaje al spaghetti western que no convence.


· El lado bueno de las cosas
8 nominaciones: película, director, guión adaptado, actor, actriz, actor de reparto, actriz de reparto, montaje.
Buen rollo convertido en cine. Una película honesta, hermosa y completa, aunque su final resulta algo convencional y previsible. Su formidable guión, sus acertadísimos diálogos y sus muy carismáticas interpretaciones hacen de éste un filme delicioso.


· La noche más oscura
5 nominaciones: película, guión original, actriz, montaje, montaje de sonido.
Kathryn Bigelow saboreó las mieles del éxito con la sobrevalorada En tierra hostil y quiso repetir la jugada. Rueda con firmeza y tiene escenas muy poderosas, pero no se habría hablado tanto de ella sin la soberbia interpretación de Jessica Chastain y Bin Laden como tema.


· La vida de Pi
11 nominaciones: película, director, guión adaptado, fotografía, montaje, música, canción, diseño de producción, montaje de sonido, efectos de sonido y efectos visuales.
Ang Lee ha montado una fábula curiosa, con un final realmente conseguido pero con un desarrollo que a ratos se hace bastante lento y que deja la sensación de que la película tendría que haber sido algo más corta. Le falta algo para ser algo más que un bonito ejercicio visual.


· Lincoln
12 nominaciones: película, director, guión adaptado, actor, actor de reparto, actriz de reparto, fotografía, vestuario, montaje, música, diseño de producción y efectos de sonido.
Es una película casi pensada para convencer a la Academia. Para algunos algo lenta, fascinante en muchos momentos, con imágenes de un inmenso poder, actuaciones portentosas y un dominio absoluto del arte cinematográfico. Un formidable drama histórico.

· Los miserables
8 nominaciones: película, actor, actriz de reparto, vestuario, maquillaje, canción, diseño de producción y efectos de sonido.
Maravilloso musical con un reparto memorable. Las brillantes canciones ya tienen ganado al personal, la historia hace el resto. Mucho se ha hablado de el estilo de Tom Hooper y sus muchos primeros planos, pero no creo que reduzca en nada el gran impacto de este pedazo de filme.





MEJOR DIRECTOR
· Michael Haneke
Primera nominación.
Puede salir con dos premios, el de mejor director y el de mejor guión original.
Desde Funny Games (1997) suma éxitos y la Academia ya se lo reconoció con la nominación a la película extranjera por La cinta blanca. Su frialdad narrativa encuentra en Amor un vehículo perfecto. Para mí, su mejor película. Su presencia tendría que ser ya un premio.
· Ang Lee
Un Oscar en tres nominaciones. Ganó por Brockeback Mountain en 2006 y perdió con Tigre y dragón en 2001.
Dice Ang Lee que Hulk es la película que le ayudó a entender los efectos especiales para aplicarlos en La vida de Pi. Y hace una buena mezcla, pero a mí no me enamora su trabajo. En realidad, nunca me ha fascinado y no le veo entre los cinco finalistas, sobre todo viendo las ausencias.

· David O. Russell
Segunda nominación. Perdió en 2011 con The Fighter.
Es difícil encontrar pautas comunes en el cine de David O. Russell, pero lo que sí confirma El lado bueno de las cosas es que es un espléndido director de actores. ¿Suficiente para estar aquí? Probablemente no, pero la película le ha aupado hasta este escalón.

· Steven Spielberg
Dos Oscar en siete nominaciones. Ganó por La lista de Schindler en 1994 y Salvar al soldado Ryan en 1999; y perdió con Encuentros en la tercera fase en 1978, En busca del Arca perdida en 1982, E.T. El extraterrestre en 1983 y Munich en 2006.
Mi preferido. Aunque suelo considerar lógico que la Academia dé los dos premios principales a la misma película, la ausencia de Ben Affleck y el dominio absoluto con el que Spielberg maneja sus filmes me hacen decantarme por él. Lincoln es un curso de cine en sí misma.

· Benh Zeitlin
Primera nominación.
La indiscutible sorpresa del quinteto de finalistas, todo un mensaje de la Academia al talento de nuevo cuño. Bestias del sur salvaje es su primer largometraje y no podía haber caído con mejor pie. Tiene un talento visual enorme, pero todavía a confirmar en futuras películas.







MEJOR ACTOR
· Bradley Cooper
Primera nominación.
Qué difícil era tomar en serio a Bradley Cooper cuando se hizo popular por Resacón en Las Vegas. Pero poco a poco ha ido configurando una carrera más que interesante. En El lado bueno de las cosas es capaz de emocionar y de hacer reír con una enorme facilidad.

· Daniel Day Lewis
Dos Oscars en cinco nominaciones, siempre como principal. Ganó con Mi pie izquierdo en 1990 y 2008 con Pozos de ambición; perdió por En el nombre del padre en 1993 y Gangs of New York en 2003.
Mi preferido. Es difícil no verle como el seguro ganador de este premio. Day Lewis es un actor que sólo sale de su retiro cuando un papel le interesa lo suficiente y hacer de Lincoln era un caramelo enorme. Decir que lo borda se queda corto. Su carisma impregna la pantalla de una forma maravillosa.

· Hugh Jackman.
Primera nominación.
Desde que X-Men (2000) le dio a conocer, Hugh Jackman ha derrochado carisma por la gran pantalla. Pero es cierto que le faltaba un gran papel. Ser el Jean Valjean de Los miserables le coloca entre los grandes. Inmenso toda la película, sobre todo en su arranque y en su final.

· Joaquin Phoenix
Tercera nominación. Perdió como principal por En la cuerda floja en 2006 y como secundario por Gladiator en 2001.
The Master ha sido una de las grandes ignoradas, con razón, de estos premios y las nominaciones que ha obtenido evidencian que lo mejor estaba en su reparto. Phoenix es un actor extraño y perturbador pero que suele ofrecer grandes trabajos. Este, sin duda, está entre los mejores.

· Denzel Washington
Dos Oscars en seis nominaciones. Ganó como secundario por Tiempos de gloria en 1990 y como principal en 2002 por Trainning Day. Perdió como principal por Malcolm X en 1993, por Huracán Carter en 2000 y como secundario por Grita libertad en 1988.
Formidable trabajo de Denzel Washington, interpretando a un piloto con un grave problema con la bebida que le saca de la rutina en la que había caído en los últimos años.





MEJOR ACTRIZ
· Jessica Chastain
Segunda nominación, perdió como secundaria por Criadas y señoras en 2012.
Una actriz portentosa que ha forjado su prestigio con un importante puñado de grandes interpretaciones apenas desde 2011. Es el argumento más poderoso de La noche más oscura, muy por encima de muchos de los que propone Bigelow.

· Jennifer Lawrence
Segunda nominación, perdió como principal por Winter's Bone en 2011.
Mi preferida. Una joven actriz con muchas cualidades y que ya ha llamado la atención de la Academia anteriormente, lo que le da muchas opciones. En El lado bueno de las cosas consigue algo que no es tan fácil, brillar por sí sola y hacer brillar a todo un reparto en conjunto. Mucha química con Bradley Cooper.

· Emmanuelle Riva
Primera nominación.
Su rostro es la expresión de la desgarradora experiencia que propone Haneke. Sin ánimo de considerar injusta su nominación, sí sorprende que la Academia se haya acordado de ella pero no de su compañero de reparto en Amor, Jean-Louis Trintignant.

· Quvenzhané Wallis
Primera nominación.
La candidatura de un niño siempre encierra trampas emocionales. Es evidente que esta joven intérprete es el sustento fundamental de Bestias del sur salvaje, ¿pero cuánto hay de niña y cuánto de actriz en ese trabajo? El precedente de Anna Paquin le da opciones, pero no parece la mejor apuesta.

· Naomi Watts
Segunda nominación, perdió como principal por 21 gramos en 2004.
Choca que la australiana sea la más llamativa presencia de nuestro país en los Oscar, pero está nominada por la española Lo imposible. Para ella, un contundente y emotivo tour de force en el que desborda carisma y autenticidad.








MEJOR ACTOR DE REPARTO

· Alan Arkin
Un Oscar en cuatro nominaciones. Ganó como secundario en 2007 por Pequeña Miss Sunshine; perdió como principal en 1967 por ¡Que vienen los rusos! y 1969 por El corazón es un cazador solitario.
Merecido reconocimiento para un papel soberbio, aunque da pena que su compañero de secuencias en Argo, John Goodman, no haya logrado también candidatura. En él descansa un gran bloque de la película, el que satiriza a Hollywood, y cumple con genialidad.

· Robert De Niro
Dos Oscars en siete nominaciones. Gaanó como principal por Toro salvaje en 1981 y como secundario en 1975 por El padrino II; perdió como principal por Taxi Driver en 1977, El cazador en 1979, Despertares en 1990 y El cabo del miedo en 1992)
Mi preferido. Una de las mejores noticias de El lado bueno de las cosas es la recuperación para el cine, esperemos que duradera, de Robert de Niro. Quizá sea la película que le dé el lugar en el que proseguir su carrera. Brillante, divertido y genial. Como le habíamos visto en años.

· Philip Seymour Hoffman.
Un Oscar en cuatro nominaciones. Ganó como principal por Truman Capote en 2005; perdió como secundario por La guerra de Charlie Wilson en 2008 y La duda en 2009)
Muchas de las cosas aplicadas al papel de Joaquin Phoenix en The Master se puden decir de Philip Seymour Hoffman. Es uno de esos actores al que parece imposible encontrarles una mala actuación y desprende mucho más carisma que el que su personaje le daba.

· Tommy Lee Jones
Un Oscar en cuatro nominaciones. Ganó como secundario por El fugitivo en 1994; perdió como secundario por JFK en 1992 y En el valle de Elah en 2008)
Sensacional réplica de carácter al carisma amable de Daniel Day Lewis en Lincoln. La única escena en la que ambos portentos se cruzan es, sin duda, una de las mejores del filme. Motivado convenientemente, Tommy Lee Jones es uno de los mejores actores que hay.

· Christoph Waltz
Un Oscar en dos nominaciones. Ganó como secundario por Malditos bastardos en 2010)
Su papel es Django desencadenado es casi una fotocopia del que le dio el premio por Malditos bastardos y eso tendría que restarle bastantes posibilidades. De hecho, es un actor que ofrece tanta solvencia como similitud entre sus trabajos. No está entre mis favoritos.






MEJOR ACTRIZ DE REPARTO

· Amy Adams
Cuatro nominaciones. Perdió como secundaria por Junebug en 2005, La duda en 2008 y The Fighter en 2011.
El personaje de Amy Adams en The Master es, probablemente, una de las mayores decepciones de la película. Es una grandísima actriz, y lo evidencian los trabajos que le dieron sus anteriores candidaturas, pero salvo la escena final no hay nada en el filme que justifique esta nominación.

· Sally Field
Dos Oscars en tres nominaciones. Ganó como principal por Norma Rae en 1980 y En un lugar del corazón en 1985.
Una de las muchas pruebas de que Lincoln es mucho más que la enorme actuación de Daniel Day Lewis. Sally Field le da una réplica admirable y lleva la película al terreno más personal, familiar y emotivo, con un trabajo valiente y decidido. Una delicia ver actrices de su edad con papeles importantes.

· Anne Hathaway
Segunda nominación. Perdió por La boda de Rachel en 2009.
Mi preferida. Habrá quien piense que exagera, pero su Fantine de Los miserables me parece una de las actuaciones femeninas más prodigiosas de las últimas décadas. Qué compendio de emociones y sensaciones las de su rostro y su voz. Memorable.

· Helen Hunt
Un Oscar en dos nominaciones. Ganó como principal por Mejor... imposible en 1998.
Habrá quien piense que su actuación en Las sesiones tiene valor por su desnudo, pero el desnudo que de verdad merece la pena ver es el de su espíritu que luce en una mirada inagotable. Papel extraordinario, que merecería sin duda la estatuilla... pero la ganadora parece que saldrá de Los miserables.
· Jacki Weaver
Segunda nominación. Perdió como secundaria por Animal Kingdom en 2011.
La Academia le ha cogido el gusto a nominar a Jacki Weaver ahora que es una actriz veterana. En El lado bueno de las cosas su personaje desprende la simpatía y el buen rollo que caracteriza a la película, aunque es probablemente la menos destacada de entre los cuatro nominados por este filme.

viernes, febrero 22, 2013

'El atlas de las nubes', pretencioso invento de los Wachowski

Después de cuatro años de ausencia (tras la muy prescindible Speed Racer y otros cinco años de silencio tras el más que decepcionante final de Matrix), los hermanos Wachowski vuelven junto a Tom Tykwer (El perfume) con El atlas de las nubes, una película de enorme presupuesto, seis historias en las que los actores aparecen en diferentes papeles y tres horas de duración que, dicen, ha dividido radicalmente las opiniones entre quienes piensan que es un bodrio infumable y quienes alaban su magnetismo. No me puedo colocar entre los primeros porque no creo que la película sea realmente mala, aunque limite sus logros a momentos muy concretos y a aspectos técnicos. Por eso mismo, tampoco puedo colocarme entre los segundos, porque es un invento pretencioso, que parece buscar propósitos filosóficamente elevados que no consigue. Y esto pesa mucho más. Hay en El atlas de las nubes momentos muy hermosos, otros en los que parece que la película va a ser lo que realmente busca... pero siempre se acaba desinflando precisamente por esa pretenciosidad de la que es imposible sustraerse.

Un joven abogado norteamericano que vive una travesía por el Pacífico en 1849, un aspirante a compositor homosexual en el Reino Unido de 1936, una periodista negra en el San Francisco de 1873, un editor británico en 2012, una clon en el Nuevo Seúl de 2144, y un hombre en un Hawaii postapocalíptico. Estos son los seis protagonistas principales de los seis escenarios planteados por El atlas de las nubes. ¿Conexiones entre ellos? Ahí es donde está el auténtico problema de la película. Se pueden atisbar varios intentos de enlazar las seis historias temáticamente, incluso con detalles bastante visibles, pero al final queda la sensación de que lo único que une estos fragmentos es la repetida presencia de los mismos actores en cada uno de ellos, a veces con aspectos forzados que sacan por completo de la historia. De hecho, quizá siendo conscientes de que no siempre es fácil reconocer a los actores, el arranque de los créditos finales es el repaso en imágenes a esos papeles de cada actor. Y, sí, hay alguna sorpresa inesperada y difícil de reconocer durante el filme.

Caracterizaciones al margen, El atlas de las nubes tiene sobre el papel un reparto espléndido, del que quizá ya en la pantalla lo mejor sea la habitual profesionalidad de Tom Hanks o Hale Berry y la comicidad de Jim Broadbent, incluso el sobrio papel central de Hugh Grant, mucho más que la ya conocida cara de malo de Hugo Weaving. Pero los actores, siendo lo más visible normalmente en una película (y más con algunos de estos nombres) vienen a ser lo menos importante de ésta. Porque es tan difícil encontrar esas conexiones entre los personajes que interpretan en los diferentes segmentos, aunque a veces parezca que van a producirse, que la película se ve con una enorme desunión entre sus partes. Y ahí está el problema, porque El atlas de la nubes es una sesión de casi tres horas de continuos cortes entre las escenas, a veces sólo para intercalar un plano. De esa forma, cuando la película alcanza un punto importante o de ritmo más que apreciable, que los tiene, el globo se acaba desinflando solo porque no tiene la continuidad necesaria. Hay algunos fragmentos que habrían dado incluso para películas individuales (especialmente los dos futuristas), pero la mezcla es demasiado endeble.

Por eso mismo es por lo que la atención del espectador se vuelve de forma inmediata al envoltorio, a cuestiones técnicas entre las que sobresale la soberbia música, presente en unas dos horas de la película, que han compuesto el codirector Tykwer, Reinhold Heil y Johnny Kilmek. El diseño de producción es espléndido, y se deja sentir en todos los segmentos de la película, pero brilla con luz propia el mundo futuro que los Wachowski y Tykwer imaginan. Es en ese segmento donde están contenidos algunos de los planos más hermosos de la película, y es que Nueva Seúl pedía a gritos una película propia. Pero como el guión parece una colección de pretendidos pensamientos profundos que casi nunca impactan, lo cierto es que todo parece un juguete carísimo y sin la excusa necesaria para que funcione su ensamblaje. Con momentos brillantes como decía, sí, pero mucho más vacío de lo que parece que querían conseguir sus responsables. Y teniendo la duración que tiene la película, casi parece que tener un reparto coral y una historia tan ambiciosa es algo que se limita a tapar las carencias de cada segmento individual.

El atlas de las nubes es una película pretenciosa, muy pretenciosa. Y eso pesa juega mucho en su contra, porque sus seis historias tienen cierto interés y sería injusto calificar la película de aburrida. Hay seis expectativas de final y eso, bueno o malo, engancha en cierta medida. Pero, al mismo tiempo, es justo decir que el mayor interés que tiene la película es llegar a comprobar si existe una conexión real entre todas ellas líneas temporales, y eso no llega a producirse más que de una forma demasiado liviana y, a veces, forzada. Uno trata de buscar mensajes ocultos y metáforas, pero el único mensaje que queda claro, y es muy contundente (y, por qué no decirlo, muy divertido), es el que mandan los directores a través del personaje de Tom Hanks en la historia que se desarrolla en 2012. Lo demás, fuegos artificiales. Bonitos, costosos, hipnóticos en ocasiones, pero fuegos artificiales que no se sustentan en este guión, demasiado alejado del que hubiera necesitado el elevado objetivo que se marcan sus responsables.

miércoles, febrero 20, 2013

'Un plan perfecto', fallida comedia que sólo divierte con el enredo

Cada día que pasa y cada película con la que tropiezo tengo mucho más respeto a la comedia. Sigue siendo, de largo, el género más difícil en el que triunfar. Sacar una risa o una carcajada en un momento concreto no es complicado, pero que esa sensación se repita de forma continuada durante toda una película es algo sumamente complejo. Un plan perfecto lo corrobora. Porque, sí, hay momentos en los que divierte, sobre todo cuando se decanta por el enredo más episódico y sincero, pero es una comedia fallida que algutina casi todo lo bueno en una escena muy concreta del filme y en el carisma que desprenden sus actores, aunque parece evidente que el personaje de Alan Rickman se apodera de la función cada vez que se asoma a la pantalla y el de Stanley Tucci sabe a muy poco. Falla fundamentalmente porque la historia es muy, muy débil, porque presenta agujeros, situaciones que no dicen mucho e incluso personajes absolutamente prescindibles, dando la sensación de que hay escenas que se han quedado en la sala de montaje para ajustar la duración a sus 89 minutos.

Un plan perfecto es un remake al parecer bastante libre de Ladrona por amor, película de 1966 dirigida por Ronald Leame y protagonizada por Michael Caine y Shirley MacLaine. Digo al parecer porque no he visto la película original, por lo que no habrá aquí una comparación entre ambas. Probablemente, eso será positivo para esta nueva versión porque aquella tiene buenas puntuaciones en las webs sobre cine y ésta, por sí sola, plantea poca defensa. Harry Deane (Colinf Firth) es un experto en arte que quiere vengarse de su jefe (Rickman) colocándole un falso Monet a cambio de una cuantiosa suma de dinero. Para ello, embauca a P. J. Puznowski (Cameron Diaz), la nieta del soldado norteamericano que, al parecer, pudo encontrar el cuadro durante la Segunda Guerra Mundial. La premisa no es mala, pero el desarrollo que hacen los antaño ingeniosos hermanos Coen es casi siempre torpe y simplón, con un desarrollo de los personajes tan forzado como previsible, por mucho que quieran arrancar y finalizar la película con sendos giros sorprendentes.

Lo cierto es que el guión lleva más de una década sin haber entrado en producción, lo que quizá explica que el humor que los Coen vuelcan en él se acerque tanto a Crueldad intolerable o Ladykillers, ambos de los años de arranque de un declive hasta ahora imparable desde que hicieran en 1998 esa pequeña joya del humor absurdo que es El gran Lebowski. Y sólo cuando la película cae en los recursos más clásicos de la comedia de enredo es cuando arranca risas. Casi todos los elementos positivos de Un plan perfecto se reúnen en torno a la secuencia del hotel, en la que Colin Firth saca lo mejor de sí mismo y en la que todos los secundarios, especialmente los menos conocidos, se suman a la fiesta con admirable entrega. Antes y después de ese momento, la película fluctúa entre lo intrascendente y lo aburrido, con un argumento que no termina de arrancar y demasiados ingredientes que parecen incluidos únicamente para dar una explicación satisfactoria al final pero que no encajan en el desarrollo de la película.

Este es uno de esos filmes en los que parece que sus actores se lo han pasado mucho mejor de lo que se lo hacen pasar después a los espectadores. Para Colin Firth una película así es una alivio sencillo con el que compensar dramas como El discurso del rey o El topo. Uno de los aspectos en los que no puede decir que haya triunfado es en la química con Cameron Diaz, una actriz que no dice mucho más allá de empeñarse en demostrar que sigue teniendo físico para disputar tronos a las veinteañeras que inventa Hollywood año tras año, y que va suavizando su caricaturesco acento texano según avanza el filme. Ambos se ven ensombrecidos por un Alan Rickman siempre divertido, de largo el mejor papel de la película. Stanley Tucci, como casi siempre a gran nivel, tiene una aparición demasiado breve para las posibilidades que daba su personaje y que, de hecho, se llegan a apuntar en una escena. Eso sucede con frecuencia en el filme, que se desaprovechen buenas oportunidades para generar secuencias divertidas, para hacer que la trama avance con mucha más naturalidad de lo que lo hace o para desarrollar los personajes.

Michael Hoffman, director de la película, intenta de una forma tan evidente generar el tono de comedia clásica que no se da cuenta que no parece ser el director más adecuado para ello (ya le pasó en la sosa El sueño de una noche de verano). Y sí, Firth consigue hacer reír con su periplo por el hotel de habitación en habitación, y el carisma de los actores convencerá a los ya convencidos de antemano, porque si al espectador le gusta Firth, Diaz, Rickman o Tucci sin duda disfrutará con sus actuaciones. Pero como comedia se queda sumamente corta y como historia no llega a ningún lado. Al final, uno se pregunta cuál era el objetivo real de la película, qué quería contar exactamente, y no es nada fácil dar una respuesta coherente. Incluso parece un error que dure menos de hora y media (no es fácil encontrar remakes más cortos que la película original) aunque, dado el poco éxito de muchas de sus escenas en el objetivo de provocar risas, casi es lo mejor que le podría haber pasado. Eso sí, uno de los mejores chistes es el último, así que uno no sale tan mal de la sala como podría haber pensado en algún momento. Pero eso no atenúa el juicio de considerarla una comedia fallida.

lunes, febrero 18, 2013

'La trama', el guión como problema

Puede parecer un juego de palabras realmente fácil, pero el problema de La trama está en el guión. Es un problema serio porque afecta a todos los demás elementos que pone sobre el tablero Allen Hughes en el primer filme que dirige en solitario y sin su hermano Albert. Prácticamente nada consigue ser creíble es una película que coloca muy alto el listón de sus expectativas, quizá más por la temática y por su reparto que por sus posibilidades reales, y, en comparación, se queda muy por debajo en el resultado final. Tras una lograda ambientación y alguna que otra relación entre personajes desarrollada con interés y oficio se escapan frases trilladas, personajes que no tienen ni de lejos la importancia en el guión que parece intuirse, y un argumento que apenas es capaz de sostenerse para los 108 minutos que dura la película. Que Russell Crowe sea lo mejor de una película no tendría que sorprender a nadie, y es que su terreno en ésta es el que más juego daba.

No son muchas las ocasiones en las que un guión que ha circulado por los estudios durante largos años acaba desembocando en una gran película. El caso de La trama viene a confirmar esa teoría. Fue en 2008 cuando se compró el guión de Brian Tucker, que no tiene hasta la fecha ningún otro libreto producido, y desde entonces pugna por llegar a la gran pantalla. Cinco años parecen muchos para una película así. Y es que el tema es atractivo, aunque Hughes (que rodó junto a su hermano Desde el infierno o El libro de Eli) no parezca el director más adecuado para sacarle partido a una historia así, a pesar de un fantástico plano inicial. Las películas protagonizadas por ex policías juzgados por espinosos asuntos morales y las que tocan la corrupción que ataca a la democracia en todo el mundo ya tienen un punto a favor. Pero en esta ocasión la mezcla no funciona porque parece floja, débil, inconsistente. No sé ve un fondo interesante a la historia, ni tampoco una forma que haga olvidar las flaquezas del guión.

Y es precisamente el guión lo que hace que el punto fuerte del filme, sus protagonistas, queden peor de lo que realmente están. Porque, como decía, Russell Crowe es lo mejor de la película indiscutiblemente. Y sería un trabajo francamente convincente de no ser por las líneas que le otorga el guión. Cuando llega a decir "ni yo sé lo que quiere decir" refiriéndose a una de las frases hechas que le tocan, casi parece una declaración de intenciones sobre lo que supone la película. No se construyen grandes personajes dándoles frases aparentemente trascendentes, y en eso falla Tucker. Como también falla en dar algo de profundidad al personaje de Catherine Zeta-Jones, que promete mucho, que encuentra en la actriz un interesante reverso formal a su caricatura de Rock of Ages, pero a cuyo rol le falta muchísima profundidad y presencia en la película. Y Mark Whalberg ahonda en su solvencia como protagonista de historias turbias, pero no termina de marcar una diferencia entre éste y otros de sus papeles más recientes.

¿Qué nos queda? El trasfondo político. Russell Crowe interpreta al alcalde de Nueva York. Y está en plena campaña para la reelección. Las escenas políticas, de platós y de despachos, están entre lo más destacado de la película. O la relación personal que Wahlberg, primero policía y después detective privado, mantiene con su ayudante (Alona Tal). El resto viene a ser un conglomerado pensado para que todo tenga explicación pero en el que casi nada es satisfactorio. No convence la historia con la que el personaje de Wahlberg mantiene una relación con Natalie (Natalie Martínez), una actriz portorriqueña que ha cambiado el nombre para trabajar en el cine independiente. Tampoco, a pesar de atractivos esbozos, la difícil convivencia del alcalde con su esposa (Zeta-Jones). La trama es una oportunidad perdida para hacer un thriller político-policial de altura y que se queda en una película sencillamente entretenida.

viernes, febrero 15, 2013

'La Jungla. Un buen día para morir', McLane llevado al exceso

Esta nueva entrega de La jungla, la quinta de una saga iniciada allá por el año 1988, es de esas que dividirá sin remedio a los espectadores. Unos pensarán que La jungla. Un buen día para morir es un divertimento que ha perdido la vergüenza y entretiene con una historia loca, de ritmo trepidante y escenas espectaculares. Otros creerán es una película vergonzosa, que su argumento es imposible, que se desarrollo es absurdo y que la espectacularidad de sus piezas de acción es inverosímil. Lo curioso del caso es que los dos grupos de espectadores llevarán parte de razón. ¿Y qué pienso yo? Que John McLane ha sido llevado al exceso, que hay tantos momentos que recuerdan al policía de la entrega original como otros que no pegan con él, que estamos ante una película que se acerca más al bodrio que al arte, pero que, al mismo tiempo, es capaz de generar una diversión bastante satisfactoria. Eso sí, siempre y cuando se vea con la actitud y el humor adecuados. Es La jungla, es McClane. Pero no es aquella Jungla ni aquel McClane de 1988. Lo dicen en la película, ya no estamos en esos años y "Ronald Reagan ha muerto". Pues eso.

La excusa en esta caso es reunir a McClane con su hijo (Jai Courtney), preso en una cárcel rusa. En el fondo, da igual. Sacar a McClane del entorno urbano norteamericano que ha caracterizado siempre a la saga deja de ser una apuesta arriesgada en cuanto Bruce Willis toma el control de la función. Y es que hay una fusión tan absoluta entre actor y personaje que da lo mismo lo que haga y dónde lo haga, porque siempre y cuando se arme un lío monumental en el que se disparen armas de todo tipo, todo va a parecer verosímil, sobre todo después del exceso final con el avión de la más correcta La jungla 4.0. Mejor centrarse en él, en sus alusiones a la edad y al paso del tiempo (en cierta medida, lo mismo que hizo Arnold Schwarzenegger en El último desafío o Sylvester Stallone en Los mercenarios), porque si se atiende a la relación con su hijo, más fría que divertida, o a la trama, tan simple que da miedo, nos estaremos dando cuenta con suma facilidad de  lo endeble que es el invento que ha montado John Moore (cinco años después de su anterior película, Max Payne).

Entre todo eso, tiros. Muchos tiros. Y cosas que explotan. Fundamentalmente coches, en una de las secuencias de persecución automovilística más salvaje que se recuerdan, y eso, a pesar de que hay momentos que funciona con un alocado frenesí, no es necesariamente un halago. Porque en demasiados momentos una ametralladora o una explosión vienen a ser la tabla de salvación de un director que se agarra a ella cuando no sabe que hacer después de continuos zooms que no tienen mucho sentido o las más que habituales cámaras lentas, que culminan en un plano en el clímax final absolutamente memorable (y, de nuevo, ese "memorable" no tiene por qué ser necesariamente un halago). El otro argumento con el que quiere sostenerse esta Jungla es con un puñado de frases trilladas que, si no las pronunciara Bruce Willis, no tendrían ni pizca de gracia. Pero es Bruce Willis. Y, sí, en el fondo es John McClane y con eso basta para que, al menos de vez en cuando, la nostalgia se convierta en un gran aliado para disfrutar de la película.

Pero explotan tantas cosas alrededor de McClane que al final el espectador pierde por completo el hilo de la película. Y lo más curioso es que ni se nota. No importa quien es el bueno y quién el malo, si hay algún sentido en la trama política que envuelve al preso Yuri Komarov (Sebastian Koch, probablemente lo mejor de la película) y Chagarin (Sergei Kolesnikov), si la hija del primero, Irina (Yuliya Snigir) es una damisela en apuros, una heroína, un cebo o a saber qué, si McClane hijo quiere darle un abrazo a McClane padre o prefiere pegarle una paliza. Nada de eso cobra la suficiente importancia, y se pierde lo que estaba más que presente en las anteriores entregas, la implicación personal de McClane en la historia. Eso estaba incluso en la cuarta, que era la más floja, en ese sentido, con la introducción de su hija (Mary Elizabeth Winstead, que repite aquí en una breve intervención). Usar ahora al hijo viene a ser la siguiente vuelta de tuerca que dejará al aficionado pensando qué podrían usar para la sexta película. ¿Quizá recuperar a su ex exposa? ¿O pasamos ya a la siguiente generación y le damos un nieto a McClane?

La Jungla. Un buen día para morir es una de esas películas malas que en el fondo divierten. Pocos lo reconocerán y preferirán centrarse en el devastador ataque que, es cierto, merece en buena medida la película. Pero asumido todo lo nefasto que tiene, sus 97 minutos son más agradecidos de lo que cabría suponer. Sus responsables se pasan tres pueblos (ojo a las hélices del helicóptero o los saltos al vacío, que hay más de uno, de McClane y su hijo) y convierten la película en una fantasmada que no termina de pegar con aquel policía de Nueva York que solventó hace un cuarto de siglo el secuestro en el Nakatomi Plaza de Los Ángeles, pero quizá por eso mismo se puede disfrutar, más incluso que cualquier otra película de acción. ¿Y por qué? Porque Bruce Willis es Bruce Willis. Y, aunque pueda parecer mentira, eso casi es suficiente para olvidar todos los contundentes agujeros de todo tipo (de lo narrativo a lo visual, pasando por lo emocional) que tiene la película.

jueves, febrero 14, 2013

'Mamá', solvente terror

Siempre hay que dejar un resquicio por si acaso, pero, en el fondo, en el cine de género está casi todo inventado. En el de terror desde luego es así. Pero aprovechando clichés, temáticas y patrones ya vistos en docenas de oasiones, y sin necesidad de presumir de una originalidad o una inventiva sin límites, lo cierto es que se pueden conseguir buenas películas. Mamá es una de ellas. Es un viaje entretenido, una mezcla interesante realizada con oficio, que reúne escenas de buen terror, personajes muy bien desarrollados y una trama atractiva. Por supuesto, cae en errores más que comunes del terror moderno, errores que casi hay que considerar ya inevitables a estas alturas y a la espera de que alguien reinvente el género de verdad, pero en su acercamiento a las sensaciones más clásicas es donde consigue atrapar al espectador, explotando la belleza que consigue en sus imágenes el realizador argentino Andrés Muschietti, que debuta en el largometraje precisamente adaptando el corto del mismo título que realizó en 2008.

Dado que entre lo más positivo de Mamá está el desarrollo, es mejor prescindir de contar siquiera el argumento de la película, dado que todas las sinopsis iniciales arrancarán probablemente después de los diez primeros minutos de película. ¿Por qué arruinar una espléndida secuencia inicial sabiendo de más? En todo caso, lo mejor del filme está en su muy conseguida atmósfera de terror. Va avanzando entre el cuento perverso y la ensoñación fantasmagórica, mezclando viejos trucos para generar miedo, los sustos modernos más artificiales, arquitectura cinematográfica clásica y artificios realizados por ordenador, haciendo que su interés vaya creciendo poco a poco hasta un final tan perturbador como discutible. Y para ello una de sus mejores armas es la empatía que generando el personaje, formidablemente escrito, de una brillante (¿cuándo no lo está?) Jessica Chastain, mucho más que la de un esforzado Nikolak Coster-Waldau (conocido gracias a la serie Juego de tronos) que el guión aparta y recupera a conveniencia y en ocasiones sin explicaciones demasiado convincentes.

Muschietti demuestra con esta su primera película que sabe rodar. Y lo que es más difícil, que sabe rodar terror. Los suyos son planos meditados, siempre con significado y con efecto, contribuciones personales a esa atmósfera tan destacada de la película. Por eso da cierta rabia que a veces caiga en el susto fácil y, sobre todo, en el susto artificial, ese que a veces parece tan imprescindible como innecesario en una película de terror. Y también que el guión que coescribe se vaya por algunos derroteros que no sabe ni quiere explicar (no hay más que pensar en lo que sucede en torno a la caja) o en el clásico problema de no encontrar un razonamiento lógico a muchas de las actuaciones sobrenaturales que copan el metraje o los tópicos como que todo el mundo decida investigar las cuestiones más espeluznantes en solitario y de noche. El balance, no obstante, es claramente positivo porque, además, supera con nota el siempre difícil reto de rodar con niños. Cuanto más usa a las dos pequeñas (y menos se decanta por imposibles efectos visuales por ordenador), más terrorífica es su película.

Mamá es una más que decente película de terror, cuyos aciertos pesan más que sus problemas. Puestos a buscar referencias, hay muchas entre el cine de terror de las cuatro últimas décadas, lo que evidencia que no es la película más original del momento. Pero el buen uso que Muschietti hace de esos elementos otorga una buena valoración a su debut. A lo que me resisto es a darle en esta película la importancia que todo el mundo parece estar otorgándole a Guillermo del Toro, productor de la cinta. A veces de la impresión de que sólo atendemos al productor por simpatía y se le quita mérito al director cuando la película gusta. Que la película sea del gusto de Del Toro no quiere decir que sea gracias a él. Bravo por producirla pero, mientras Muschietti no me demuestre lo contrario con sus futuras películas, que veré gracias a este buen aval cinematográfico, pensaré que Mamá es cosa suya. Y es una una grata sorpresa, una buena película para pasar un buen rato de terror sin necesidad de caer en las trampas del gore más o menos oculto y tan trillado en los últimos años.

martes, febrero 12, 2013

''Las ventajas de ser un marginado', fresco retrato adolescente

Hay frescura en Las ventajas de ser un marginado a la hora de tratar la adolescencia y todas las cuestiones colaterales que conlleva ese periodo de la vida. Y eso que trata de algo muy manido en la literatura y en el cine más independiente. La película es satisfactoria y está bien construida  aunque pasa por encima de algunos elementos de la historia para edulcorar ligeramente la visión de estos jóvenes con un pasado y un presente a su vez problemático. A pesar de ese detalles, más o menos molestos según el nivel de exigencia que se le quiera poner a la película, no se puede achacar ese detalle a que se trata de la adaptación de una novela, pues es el propio autor, Stephen Chbosky, quien ha escrito el guión y dirigido el filme. Por supuesto, no hay nada en ella demasiado original, pues el cine lleva décadas explorando este periodo de aprendizaje y descubrimiento de tantas cosas, pero el conjunto es sumamente entretenido y los personajes captan la atención del espectador casi desde el principio.

Charlie (Logan Norman) comienza el instituto sin tener ni un solo amigo, resignado a que su timidez convierta esos años en una tortura más que un disfrute. Pero, casi por casualidad, se hace amigo de Patrick (Ezra Miller) y Sam (Emma Watson), estudiantes del último curso, que le descubren otra forma de afrontar la vida en el instituto. El reparto es una de las virtudes y uno de los defectos de la película. Lo que muestran es correcto, notable en algunos momentos. Pero sus interpretaciones chocan demasiado a menudo con el trágico trasfondo que tienen sus vidas. Puede que les falte algo de presencia para que se pueda leer entre líneas. Quizá el más notable en este sentido es Miller, el más soso en la primera mitad del filme es Norman y Watson tiene el severo problema de seguir luchando contra la sombra de su papel en la saga de Harry Potter. Nada de esto distrae demasiado y en conjunto firman un buen trabajo, pero con los matices apuntados.

Su labor se ve facilitada por la buena construcción de los personajes que hace Chbosky, lo que desemboca en escenas a ratos divertidas (el profesor de manualidades y el trato que tiene con Patrick) y a ratos amargas (el juego de verdad o atrevimiento) pero casi siempre bien escogidas. Es cierto que durante algunos minutos parece olvidar con demasiada facilidad los aspectos más trágicos, empezando por obviar prácticamente el detonante de los males de Charlie, o cayendo en algún giro bastante previsible (la reacción de Patrick con Charlie en la única escena en la que no está Sam presente). Pero el envoltorio deja un poso bastante sólido. Así ocurre con la relación entre Charlie y su profesor de literatura, el señor Anderson (Paul Rudd), o las socarronas y divertidas apariciones del padre del adolescente (Dylan McDermott), la relación sentimental de su hermana (Nina Dobrev) o las amigas que Patrick y Sam introducen en su vida, especialmente Mary Elizabeth (Mae Whitman). Hay momentos en los que incluso estos aspectos secundarios dan más solidez al relato que el viaje principal de los adolescentes protagonistas.

Las ventajas de ser un marginado entretiene por su frescura y por su sinceridad (que se vislumbra también, de algún modo, en su homenaje a The Rocky Horror Picture Show, inclasificable película de culto), por su retrato de una adolescencia cercana incluso con los duros antecedentes que manifiesta la película. Los de Charlie se dejan sentir especialmente en su segunda mitad y, sobre todo, en el duro tramo final, mientras que los de Patrick y Sam están más equilibrados a lo largo del filme. Los momentos más complejos están muy bien llevados por Chbosky y rodados con mucha elegancia (gran recurso la forma en la que soluciona la escena de la pelea), y gracias a eso el drama no se lleva por delante el buen rollo que preside casi todo su metraje. Por supuesto, es un retrato que generará más identificación entre los espectadores americanos, pero incluso teniendo en cuenta las diferencias culturales realmente sencillo encontrar algún pasaje que conmueva a cada espectador. Eso es, con diferencia, lo mejor de la película y lo que le da su calor. Y es que todos hemos sido adolescentes alguna vez en la vida...

domingo, febrero 10, 2013

'Gangster Squad', entretenido pero poco exigente cine negro

Es evidente que el cine negro ya no es lo que era. Y, por eso, no que afrontar cada película nueva que salga como si fuera a reinventarlo. Sucede un poco lo mismo que con los musicales, que o bien se encumbran como la película que renueva el género o se aplastan sin piedad si no se convierten en un clásico instantáneo. Gangster Squad es un ejemplo perfecto para describir este fenómeno. Es obvio que no va a reinventar el género, pero tampoco lo pretende. Y, por tanto, el resultado es una película sumamente entretenida. Poco exigente, sí, con diálogos flojos y con elementos más que previsibles, incluso algunos ridículos. Pero casi siempre bien llevada y bien interpretada. Creo que la mejor forma de saber qué se va a ver está en pensar en el género, asumir que el guión es una traslación de Los intocables de Eliot Ness al Hollywood de finales de los años 40, mezclarlo con su interesante reparto, sumar altísimas dosis de disparos, y recordar que su director es Ruben Fleischer, responsable de Bienvenidos a Zombieland y 30 minutos o menos.

Llegar a la conclusión de que Gangster Squad es una película entretenida supone salvar un escollo importante que Warner había puesto para su disfrute cuando decidió eliminar una escena de la película por su similitud con el tiroteo en la vida real en un cine coincidiendo con el estreno de El Caballero Oscuro. La leyenda renace. Dijeron entonces que lo hicieron para no herir sensibilidades, pero, francamente, tiroteos ha habido en muchos escenarios y no por eso se va a dejar de disfrutar de una buena película de, y ahí está la clave, ficción. La decisión se antoja aún más absurda después de ver que es totalmente imposible llevar la cuenta de cuántos disparos se producen en Gangster Squad, de cuántos cadáveres llegan a sumarse a lo largo de su metraje y de algunas escenas como el violento incidente que abre la historia. Porque, eso sí, Gangster Squad es una película muy violenta, como procede con el relato que está contando. Obviamente, Fleischer gusta de recrearse en algunos de esos momentos, pero tampoco es un exceso insoportable.

El principal problema de la película no está ahí, sino en el desarrollo de los personajes, en sus diálogos y en intentar disimular que estamos ante una versión más truculenta y salvaje de Los intocables. Porque el argumento es básicamente el mismo. Solo cambia que aquí los policías que persiguen al mafioso de turno operan más allá de la ley y sin sus placas, pero hay en la interpretación de Sean Penn un claro intento de acercarse al Al Capone de Robert de Niro en la película de Brian de Palma, a la que se asemeja en demasiadas cosas con los típicos añadidos de lo políticamente correcto (que no falten la mujer, el hispano y el negro), e incluso con homenajes nada velados (la escalera, a la que sólo le falta el carrito de bebé). Es evidente cómo se va a resolver la trama, quién tiene que enfrentarse con quién, qué papel va a jugar la femme fatale de turno o incluso qué personajes no van a llegar con vida al final de la película. Es Emma Stone, pese a cuadrar a la perfección en la imagen más hermosa de la mujer del género negro, y sea cual sea el color de su insinuante vestido, quien más sufre el pobre desarrollo de los personajes.

Pero el conjunto es, decía, sumamente entretenido, porque en el fondo es una buena historia de buenos contra malos que está encarnada por actores carismáticos. Y aunque Josh Brolin es un espléndido actor que lleva el filme con mucho oficio, y se agradecen las presencias de Nick Nolte, Giovanni Ribisi, Robert Patrick, Anthony Mackie o Michael Peña, lo cierto es que la película crece con la presencia de Ryan Gosling, a pesar de su pobre doblaje. Y no es que su personaje esté mucho más desarrollado que el de sus compañeros de reparto, pero sí encierra bastantes más elementos de interés, tanto sobre el papel de su guión como en su traslación a la pantalla. Fleischer se excede en modernizar el aspecto visual del cine negro y, obviamente, choca con la esencia misma del género. Gangster Squad abusa de las cámaras lentas y de los efectos visuales y, salvando una espléndidamente rodada escena de persecución, se acerca a la historia como si fuera un título más de acción. Eso es lo fallido de la película. Pero el desarrollo y la puesta en escena, olvidando estas moderneces que llevan tiempo comiéndose las reglas básicas del cine de género, es más que interesante.

Gangster Squad no es la mala película que muchos han vendido (¿quizá una reacción a esa desmedida reacción de remontar la película?) ni tampoco el clásico instantáneo que se podría haber conseguido con un reparto tan completo e interesante como el que reúne este filme. Pero es una película interesante, contenida en su duración (113 minutos) y desatada en su violencia. Curioso sería que esa misma violencia que sirve para encumbrar a otros directores se utilizara para hundir esta película. Lo mejor, en todo caso, está en la ambientación, en lo que sí sigue con fidelidad aquello que hacía del género negro algo tan especial, ese aire clásico en los escenarios, en la vestimenta e incluso en los comportamientos de los personajes. Y eso está presente aquí, quizá algo enmascarado por el ruido de las balas, pero está. Pero no estamos ante una obra maestra del calibre de Perdición, no. Ni siquiera comparable con L. A. Confidential o Camino a la perdición. Pero es que no todo el cine tiene que ser de arte y ensayo o formar parte de forma inmediata de un panteón de clásicos. El cine entretenido también tiene derecho a vivir.

viernes, febrero 08, 2013

'No', cine político de altura

Hay algo en No que produce una fascinación inusual. Es la envidia. Envidia porque en España no se hará jamás una película como ésta que aborde aspectos de nuestra historia más alejados todavía en el tiempo que los que cuenta este filme chileno sobre su país. Envidia porque Pablo Larraín aborda su historia de una forma exquisita, precisa, nada tendenciosa. Envidia porque mientras aquí una película como ésta sería utilizada como un arma arrojadiza que todo el mundo se tiraría a la cabeza, con ésta parece que en Chile es algo normal. Y, sí, ha recibido críticas negativas tanto como positivas. Pero se ha hecho. Se ha vendido. Se está viendo Es una realidad que ha llegado a los cines y que, además, es el primer filme de su país en ser nominado al Oscar a la mejor película extranjera. Es cine político de altura, porque no va de buenos y malos, de los nuestros y de los demás, es mucho más que eso. Es una historia magnífica, hermosa y construida con admirable sinceridad, en la que el también inusual aspecto visual puede provocar algún rechazo inicial pero que poco a poco va tumbando resistencias para dejar tanta envida como admiración.

Chile, 1988. Por presiones internacionales, el dictador Augusto Pinochet convoca un referéndum para que los ciudadanos digan si continúa ocho años más en el poder y el régimen da por hecho que, contando con todos los medios del Estado, vencerá. Los chilenos tienen que contestar con un simple "sí" o un "no". Las dos opciones dispondrán de quince minutos al día cada una para defender sus ideas en la televisión estatal. René Saavedra, un exiliado que ha regresado a Chile y al que le va fenomenal trabajando en una agencia de publicidad, recibirá el encargo de dirigir la campaña del "no". Para quienes no conozcan la historia real que cuenta la película, su cartel no deja mucho lugar a la duda sobre su final. Pero es que ésta no es una película que crezca o decaiga en función de su desenlace. Es una película, en cambio, que crece minuto a minuto por su propuesta y por la forma en que la convierte en una realidad. Es una que apuesta por un retrato complejo, personal, familia, político y social. Eso es lo que hace de No un filme político de enorme altura. No es propaganda. Es una historia.

Para contarla, Larraín ha optado por algo inusual, abandonar el formato panorámico para que sus imágenes rodadas apenas se diferencien del metraje histórico y documental en el clásico 4:3. Rodada con cámaras propias de la época, lo único que chirría en ese planteamiento son algunos planos en los que la iluminación parece más descuidada que buscada. Esos instantes, en los que hay personajes en plano a los que no se puede ver con nitidez distraen más la atención del espectador que el hecho de estar viendo algo visualmente ya poco frecuente en nuestra época. Y, como el propio director confesó en la rueda de prensa que dio en Madrid para promocionar la película, es también un grito de rebeldía ante la uniformidad visual que plantea la alta definición. La suya es una opción respetable y amable, que quizá no se amolde a lo que dictan los tiempos, pero precisamente por eso es un movimiento arriesgado y valiente que hay que valorar. Porque, efectivamente, da a la película un poder que quizá de otra forma no habría tenido para que el espectador se vea inmerso dentro de la historia con una facilidad tremenda.

Si el aspecto visual le da un estilo propio y una conexión con la realidad, el guión le da sobrados elementos para captar la atención del espectador. Pedro Peirano, basándose en la obra de teatro de Antonio Skármeta, consigue un acabado espléndido, a ratos divertidos y a ratos trascendente, desarrollando los personajes con cada escena y sin dejarse intimidar por los aspectos más cercanos o por los más políticos. Y el reparto, encabezado por un magnífico Gael García Bernal, contenido y emocionante cuando toca, responde a la perfección a esos objetivos. Porque impacta tanto la reunión en la que los publicistas intentan explicar que la clave para derrocar a Pinochet está en la alegría como la manifestación en la que el ejército y la policía actúan sin miramientos, porque intriga tanto el proceso por el que Saavedra acaba aceptando el encargo como su situación personal con la madre de su hijo. Y en esa fusión entre lo político y lo humano es donde No alcanza sus mayores logros. Cine político, sí, pero cine por encima de todo.

Es posible que haga falta algo de atención por la política para dejarse abrazar por No. No tendría que ser así, porque la película es mucho más que, como dice el cartel, "la campaña que derrocó a Pinochet". Eso, por supuesto, está ahí, es el alma y el motor del filme. Pero no es un tema que pueda desligarse de las personas que protagonizan ese proceso. Por tanto, no es una película que pueda entenderse sin sus personajes, sin sus vidas, sin sus formas de ser, sin sus logros o sus miserias. Y ese es el gran mérito de Larraín, haber conseguido que No se aleje del frío documental que podría sugerir su opción estilística para convertirse en una historia humana, necesaria y hermosa, en una película importante que entretiene y emociona a lo largo de sus dos horas, que muestra una faceta desconocida de la vida de un personaje sobre el que mucha gente cree saber mucho y que evidencia que las filmografías nacionales tienen grandes temas de los que ocuparse mejor de lo que podrían hacerlo desde fuera. Y aunque sólo fuera por eso, insisto, qué envidia.